Son muchos los pacientes que dicen que cuando su médico de cabecera no sabe cuál es la enfermedad que tiene sentencia "esto es un virus".
Sin embargo, es menos conocido que ese "es un virus" se repite en las diferentes especialidades con catracterísticas singulares de cada una de éstas.
El otorrino puede decir que lo que tienes es "un poco de moco en el oído" o "la faringe un poco irritada".
En Salud Mental raro es el paciente que no escapa con un "Trastorno adaptativo" (máxime hoy día, que todo el mundo encuentra un evento estresante al cual no saber adaptarse").
En la consulta del ginecólogo lo extraño es no tener un quistecito (el diminutivo es fundamental) o un poco de sequedad vaginal (todo depende de la edad, claro está).
Si a quien vamos es a algún médico relacionado con el aparato locomotor, la artrosis es el rey de la indeterminación, mientras que en le hogar del endocrino los nódulos del tiroides, los "poquitos de colesterol" o las glucemias basales alteradas cotizan al alza.
Desde los virus hasta las glucemias basales alteradas, pasando por todas las demás que he nombrado y por las que han sido omitidas, todas estas entidades se pueden resumir en una enfermedad que suelen afectar a los médicos:
Síndrome de intolerancia a la ignorancia e incertidumbre médicas: el médico no es capaz de desarrollar las herramientas de comunicación para decirle al paciente "no se lo que tiene y además da igual lo que tenga, porque le puedo decir que a día de hoy no tiene nada importante" y no tener la sensación de "es que si no le digo que tiene algo el paciente piensa que no le he hecho caso y no se va contento". La ignorancia forma parte de nuestra práctica médica, y hemos de abominar que aquel que la rechace frontalmente, porque seguramente se encuentre más cerca de ser un vendedor de humo que un buen médico clínico.
En este tema también juegan un papel importante las estrictas clasificaciones de las enfermedades que nos guían en ocasiones hacia un etiquetado más artificial de lo deseable... pero eso será motivo de otro artículillo...
Ahí le has dado: lo difícil es saber decir «No sé ponerle un nombre concreto a lo que tiene, pero sea lo que sea no tiene importancia y curará solo/no pasará a mayores, porque hemos descartado todas las cosas graves que usted podía tener» y que la otra persona se quede convencida y no piense que simplemente te has cansado de buscar la causa de lo que padece.
ResponderEliminarParadójicamente, el tener una explicación comodín para todo genera la sensación contraria. La persona no sólo no se queda tranquila, sino que piensa que no le has prestado atención, a pesar de que sí lo has hecho.
Cuánta razon!!! Espero no hacer lo mismo dentro de unos años =)
ResponderEliminarPor cierto, eso mismo también se puede aplicar a profesores. Que les pillas en bragas y su gran humildad les saca una explicación totalmente sacada de la manga, que lia al estudiante, y hace perder el tiempo (y la credibilidad del profesor)
Chapeau, Javi, no lo podrías haber dicho más claro ni ejemplificado mejor. En el rotatorio de Urgencias dije eso una vez a un paciente y menuda cara puso. A partir de ese momento adorno ese diagnóstico para que se vaya convencido de que no le pasa nada serio y que sé qué es lo que le pasa.
ResponderEliminarTienes toda la razón aunque, como paciente, debo decir que a veces ese problema se da en cosas que pueden llegar a ser graves. Al menos, yo me he encontrado en esa situación aunque mi caso es muy concreto (o eso espero): 30 años convulsionando y los médicos sin ponerse de acuerdo en si era o no epilepsia y sin conseguir controlar las crisis hasta hace un año me parece pasarse un poco...
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