Hoy es un día de esos que debería ser más de luchar y reivindicar que de felicitar; unos de esos días en los que descubrir el verdadero pensamiento de muchos que decidirán ser ocurrentes con un "¿y cuándo es el día del hombre?" o similares.
No vamos a hablar sobre el día en si ni sobre sus orígenes (porque para eso ya está el artículo de Filósofa frívola) sino de algunos aspectos relacionados con la mujer y la salud en nuestros días.
La mujer como producto.
Autobuses en plazas de pueblos haciendo densitometrías del calcáneo para sensibilizar (yunapolla) sobre la osteoporosis, suplementos de salud en revistas de y para mujeres donde se habla de lo importante de cuidarse, famosas que nunca se han movido por nada que no fuera sacar la cartera del bolsillo y de repente son furibundas activistas contra las pérdidas de orina...
Esas cosas que describimos en el post "Señora, usted es el producto" y para las cuales podríamos trazar un marco genérico (aplicado al tema de la osteoporosis en este caso):
Cuando mucha gente se "preocupa" por colmar a alguien de atenciones sanitarias acercándole de forma "gratuita" y "desinteresada" un medio diagnóstico es porque el verdadero producto en ese intercambio es el paciente... la paciente en este caso (y ese femenino predomina cuando de medicalización se trata)
La mujer como instrumento.
Formas de controlar a la población hay muchas, como hay de dejar bien claro que los ciudadanos son seres irresponsables e ignorantes incapaces de tomar decisiones independientes y formadas en favor de sus propias vidas.
Recientemente leíamos la noticia de que Uruguay obligará a las mujeres entre 40 y 59 años a realizarse una mamografía bianual como requisito para permitirles seguir trabajando [ver enlace a regulación legislativa]. En un ejemplo de lo que se ha venido a llamar "salud persecutoria" (recomendamos leer el artículo "La salud persecutoria", de Castiel LD y Álvarez-Dardet C), habiéndose alzado algunas voces en contra de dicha medida.
No sólo se trata de aplicar de forma coercitiva una medida que no ha demostrado tener demasiados efectos sobre la mortalidad de las mujeres que se someten a ella (recomendamos revisar los artículos 1 y 2), sino que se salta por encima de dos principios fundamentales de la bioética (el principio de no maleficencia y, sobre todo, el principio de autonomía). para, teóricamente, mejorar la salud de la población sobre la que aplica la medida, sin compartir con la población la incertidumbre y evitando la responsabilidad de los poderes públicos de brindar a la población información de fácil comprensión e insuperable rigor científico para poder trabajar por la toma de decisiones compartidas e informadas.
En este caso, la mujer no es sino un instrumento para llevar a cabo un tipo de políticas de salud pública que no van encaminadas a mejorar su salud, sino a controlarla.
La mujer como "paciente empoderada".
Comentábamos en nuestro artículo "¿Ese negro murió de injusticia o de desorden?", de forma repetida otorgamos pequeñas concesiones para asegurar la persistencia de ciertas relaciones de poder (relaciones discriminatorias, a fin de cuentas).
En cierto modo, el papel de los sanitarios "empoderando" (odiamos tanto esa palabra que ya nos encanta decirla) a la población remeda esa perpetuación de las relaciones de poder en la que los sanitarios crean una dinámica de "discriminación moderada" de la población, otorgando voz de forma selectiva y médico-céntrica a los colectivos que estiman oportuno y en la forma que ven conveniente.
En el caso de la mujer como paciente empoderada se fomenta el papel de ésta en aquellas enfermedades concretas que pueden tener que ver con la imagen patriarcal y estereotipada que la sociedad tiene de la mujer, esto es, aquellas enfermedades más relacionadas con la mujer como fabricante de miniaturas humanas. No se definen ámbitos de empoderamiento de la mujer que miren de la enfermedad hacia fuera, definiendo entornos de promoción de la salud sexual (de forma más genérica que colocando una vacuna de dudosa utilidad) o capacitando para la toma de decisiones informadas en ámbitos como los cribados.
La industria montada en torno al "paciente empoderado" nos parece más mercadotecnia que superación del modelo paternalista... y en el caso de la mujer ese parecer lo percibimos con más fuerza...
Tal vez nos hace falta dar poder a la mujer en otros aspectos no sanitarios que repercutirían con mayor fuerza en su salud... como contamos en "Ser mujer en esta sociedad puede ser perjudicial para tu salud"
La mujer como trabajadora sanitaria.
El trabajador sanitario tiene nombre de mujer, incluso aquellos sectores más impermeables a la feminización de la profesión (especialidades quirúrgicas, principalmente); esto no es obstáculo para que se siga manteniendo una estructura profesional fuertemente masculinizada, en la que los jefes de servicio y de sección sigan siendo hombres y donde la precariedad laboral haga que haya mujeres que no puedan ir a llevar sus curriculum en persona en el caso de que estén embarazadas porque si son "descubiertas" (te pillé, estás preñada) no podrían optar al puesto de trabajo.
Del médico se espera que sea traumatólogo y de la mujer pediatra o ginecóloga, para poder explotar al máximo su instinto maternal... pero que lo explote cuando tenga plaza fija (y ovarios convertidos en cintillas, por supuesto).
En nuestro país, que va de moderno y tiene un sistema sanitario público, se reproducen relaciones de poder con sesgo de género.
La mujer como ministra de sanidad. (lo sentimos, pero no podíamos dejar pasar este tuit de @masaenfurecida).
Siempre se ha dicho que las mujeres son el principal agente de salud en una comunidad, partiendo, seguramente, de un enfoque de la salud muy basado en los hábitos de vida; nosotros creemos que esa frase sigue siendo verdad si damos el salto hacia las condiciones de vida y los factores que las determinan.
P.S: Sí, esto lo escribe un hombre, pero siendo consciente de que la propiedad de la lucha feminista es de las mujeres... esto es "sólo" un apoyo... y una adhesión a la siguiente imagen que vimos por internet:
No vamos a hablar sobre el día en si ni sobre sus orígenes (porque para eso ya está el artículo de Filósofa frívola) sino de algunos aspectos relacionados con la mujer y la salud en nuestros días.
La mujer como producto.
Autobuses en plazas de pueblos haciendo densitometrías del calcáneo para sensibilizar (yunapolla) sobre la osteoporosis, suplementos de salud en revistas de y para mujeres donde se habla de lo importante de cuidarse, famosas que nunca se han movido por nada que no fuera sacar la cartera del bolsillo y de repente son furibundas activistas contra las pérdidas de orina...
Esas cosas que describimos en el post "Señora, usted es el producto" y para las cuales podríamos trazar un marco genérico (aplicado al tema de la osteoporosis en este caso):
Cuando mucha gente se "preocupa" por colmar a alguien de atenciones sanitarias acercándole de forma "gratuita" y "desinteresada" un medio diagnóstico es porque el verdadero producto en ese intercambio es el paciente... la paciente en este caso (y ese femenino predomina cuando de medicalización se trata)
La mujer como instrumento.
Formas de controlar a la población hay muchas, como hay de dejar bien claro que los ciudadanos son seres irresponsables e ignorantes incapaces de tomar decisiones independientes y formadas en favor de sus propias vidas.
Recientemente leíamos la noticia de que Uruguay obligará a las mujeres entre 40 y 59 años a realizarse una mamografía bianual como requisito para permitirles seguir trabajando [ver enlace a regulación legislativa]. En un ejemplo de lo que se ha venido a llamar "salud persecutoria" (recomendamos leer el artículo "La salud persecutoria", de Castiel LD y Álvarez-Dardet C), habiéndose alzado algunas voces en contra de dicha medida.
No sólo se trata de aplicar de forma coercitiva una medida que no ha demostrado tener demasiados efectos sobre la mortalidad de las mujeres que se someten a ella (recomendamos revisar los artículos 1 y 2), sino que se salta por encima de dos principios fundamentales de la bioética (el principio de no maleficencia y, sobre todo, el principio de autonomía). para, teóricamente, mejorar la salud de la población sobre la que aplica la medida, sin compartir con la población la incertidumbre y evitando la responsabilidad de los poderes públicos de brindar a la población información de fácil comprensión e insuperable rigor científico para poder trabajar por la toma de decisiones compartidas e informadas.
En este caso, la mujer no es sino un instrumento para llevar a cabo un tipo de políticas de salud pública que no van encaminadas a mejorar su salud, sino a controlarla.
La mujer como "paciente empoderada".
Comentábamos en nuestro artículo "¿Ese negro murió de injusticia o de desorden?", de forma repetida otorgamos pequeñas concesiones para asegurar la persistencia de ciertas relaciones de poder (relaciones discriminatorias, a fin de cuentas).
En cierto modo, el papel de los sanitarios "empoderando" (odiamos tanto esa palabra que ya nos encanta decirla) a la población remeda esa perpetuación de las relaciones de poder en la que los sanitarios crean una dinámica de "discriminación moderada" de la población, otorgando voz de forma selectiva y médico-céntrica a los colectivos que estiman oportuno y en la forma que ven conveniente.
En el caso de la mujer como paciente empoderada se fomenta el papel de ésta en aquellas enfermedades concretas que pueden tener que ver con la imagen patriarcal y estereotipada que la sociedad tiene de la mujer, esto es, aquellas enfermedades más relacionadas con la mujer como fabricante de miniaturas humanas. No se definen ámbitos de empoderamiento de la mujer que miren de la enfermedad hacia fuera, definiendo entornos de promoción de la salud sexual (de forma más genérica que colocando una vacuna de dudosa utilidad) o capacitando para la toma de decisiones informadas en ámbitos como los cribados.
La industria montada en torno al "paciente empoderado" nos parece más mercadotecnia que superación del modelo paternalista... y en el caso de la mujer ese parecer lo percibimos con más fuerza...
Tal vez nos hace falta dar poder a la mujer en otros aspectos no sanitarios que repercutirían con mayor fuerza en su salud... como contamos en "Ser mujer en esta sociedad puede ser perjudicial para tu salud"
La mujer como trabajadora sanitaria.
El trabajador sanitario tiene nombre de mujer, incluso aquellos sectores más impermeables a la feminización de la profesión (especialidades quirúrgicas, principalmente); esto no es obstáculo para que se siga manteniendo una estructura profesional fuertemente masculinizada, en la que los jefes de servicio y de sección sigan siendo hombres y donde la precariedad laboral haga que haya mujeres que no puedan ir a llevar sus curriculum en persona en el caso de que estén embarazadas porque si son "descubiertas" (te pillé, estás preñada) no podrían optar al puesto de trabajo.
Del médico se espera que sea traumatólogo y de la mujer pediatra o ginecóloga, para poder explotar al máximo su instinto maternal... pero que lo explote cuando tenga plaza fija (y ovarios convertidos en cintillas, por supuesto).
En nuestro país, que va de moderno y tiene un sistema sanitario público, se reproducen relaciones de poder con sesgo de género.
La mujer como ministra de sanidad. (lo sentimos, pero no podíamos dejar pasar este tuit de @masaenfurecida).
FELIZ DÍA DE LA MINISTRA IMPLICADA.
— masaenfurecida (@masaenfurecida) 7 de marzo de 2013
Me ha gustado mucho. Sólo una cosa, empoderar a las pacientes también puede ser darles la información que tenemos para que no sean víctimas del excesivo intervencionismo médico, ¿no? Prevenir sobre la prevención. Empoderar no es sinónimo de medicalizar
ResponderEliminarPor supuesto, Belén, tal y como yo lo entiendo, empoderar no tiene nada que ver con medicalizar, incluso podría llegar a ser lo contrario. Empoderar es, en mi opinión, dar a los pacientes las herramientas necesarias para tomar las decisiones sobre su salud: medicalizándose o desmedicalizándose.
ResponderEliminarMuy bien blog y escribo super informaciones differente por la tema y tu trabajo que escribiste muchas cosas todos son muy buenas y interasantes
ResponderEliminarexcursiones en estambul
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