29.7.14

Programa electoral (II): ¿qué pretende conseguir nuestro sistema sanitario?

[continuamos la serie sobre el marco de discusión que debería centrar la elaboración de un programa electoral en sanidad, que comenzamos hace unos días con el artículo llamado "Elaborando un programa electoral en sanidad: guía de viaje"].

Todas y todos financiamos y utilizamos el sistema sanitario, muchas personas trabajamos en él, pero... ¿alguna vez nos hemos preguntado qué es lo que pretendemos conseguir con nuestro sistema sanitario? La respuesta "salvar vidas" la descartamos por múltiples motivos, y la de "mejorar la salud de la población" se nos queda un poco corta, así que... habrá que buscar alguna respuesta un poco más comple(t/j)a. Preguntarnos esto es fundamental para saber qué medidas habrá que llevar a cabo y con qué estructura para conseguir el horizonte que nos estemos marcando.

En términos más generales (y fundamentales), Norman Daniels nos habla en su artículo "Justice, health and healthcare" de que el sistema sanitario -especialmente el público- cumple un papel fundamental en el mantenimiento de la funcionalidad del individuo para que se pueda conseguir la igualdad de oportunidades. En sus propias palabras:

".., la función fundamental del sistema sanitario es mantener la funcionalidad del individuo. La enfermedad y la discapacidad, alterando la funcionalidad normal, restringen el rango de oportunidades disponibles para el individuo. El sistema sanitario realiza una aportación específica, aunque limitada, a la protección de la igualdad de oportunidades.
Aunque esta visión del sistema sanitario como ente que contribuye a la igualdad de oportunidades puede ser discutida -especialmente desde puntos de vista más colectivistas que cuestionen la capacidad individual de ejercer esas oportunidades e insistan en un abordaje más centrado en los determinantes sociales y contextuales-, parece claro que en una sociedad como la nuestra el sistema sanitario público debería jugar un cierto papel de redistribución, permitiendo a la población de clase social más baja mantener su funcionalidad para poder escalar en el ascensor social (ese ascensor tan poco móvil en nuestro país, y del que trata un artículo recientemente publicado en el informe SESPAS).

Dentro de ese objetivo de trabajar por la igualdad de oportunidades, los resultados que deberíamos exigirle (o poner en nuestro listado de "resultados que queremos obtener") al sistema sanitario serían los que podemos observar en el esquema que ya presentáramos en el post que iniciaba esta serie:

Esquema de Antonio Moreno en una clase del Máster de Salud Pública de la EASP.
El resultado que todo el mundo espera obtener del sistema sanitario es el de mejoras en salud, derivadas de una correcta asistencia clínica y unos buenos servicios de prevención y promoción de salud enmarcados dentro de una estructura de atención primaria, salud pública y atención hospitalaria que funcione bien. Esas mejoras en salud pueden ser variadas y para su medición se pueden utilizar muchos indicadores; es importante identificar qué forma de medir los resultados va a poder identificar los efectos del sistema sanitario en la mejora de salud de la población, y no simplemente las mejoras de salud que puedan deberse a otros factores como la mayor seguridad en el empleo, la mejora de las condiciones económicas, el incremento de zonas verdes, una mayor adecuación de las ciudades para el uso de medios de transporte que no sean a motor,...

Además de las mejoras en salud, tener un sistema sanitario que funcione bien debe dotar a la población de cierta protección financiera frente a gastos catastróficos; los "gastos catastróficos" son aquellos gastos sanitarios excesivos derivados de la necesidad de asistencia sanitaria, que acaban suponiendo una alta proporción de la renta disponible del individuo. La protección de la población frente a estos gastos se realiza expandiendo la cobertura sanitaria a la totalidad de la población, consiguiendo una cartera de prestaciones amplia y que contemple de forma especial aquellas situaciones que, aunque excepcionales, puedan resultar en la generación de grandes gastos no esperados -por ejemplo, en el caso de algunas enfermedades raras-, teniendo en cuenta que los gastos catastróficos relacionados con la enfermedad no se limitan al ámbito de lo sanitario -por ejemplo, la necesidad de asistencia para actividades básicas de la vida diaria en el caso de grandes dependientes- y evitando la existencia de copagos o, en el caso de que existan, limitando su cuantía y estableciendo topes máximos de carga sobre el individuo.

En tercer lugar tendríamos que un resultado esperado para un sistema sanitario sería la capacidad de responder ante las necesidades y demandas de la población. La capacidad de elección de la población y su poder para participar en el sistema, así como la agilidad del sistema para moldear parte de sus servicios hacia las exigencias y peticiones que llegan desde la población es una necesidad que se basa en que el sistema sanitario no es un ente independiente sino una construcción cuya propiedad es de la población que lo financia.

Por último, dentro de este grupo de grandes resultados tendríamos la necesidad de lograr una eficiencia a nivel macro, esto es, obtener los mejores resultados (no solo los tres nombrados anteriormente, sino también los señalados en el esquema en recuadros más pequeños) con un determinado nivel de recursos.

Estos cuatro grandes resultados podrían descomponerse en una infinidad de subresultados, pero en términos generales son los que deberíamos tener en la cabeza cuando vayamos a pensar de qué forma vamos a conjugar los recursos del sistema sanitario para, mediante políticas determinadas, lograr maximizar los resultados.

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