6.9.16

La sanidad vacía.



"Portugal é Lisboae o resto é paisagem"


Las realidades se rompen por las periferias que se van creando en momentos de crisis. En el caso sanitario, una de las periferias de las que pocas veces se habla (porque son periferias hasta para eso) es la asistencia sanitaria en los lugares que no nos importan: los pueblos. La asistencia sanitaria de la población rural sería ese paisaje  de la frase que encabeza este artículo, mientras que nuestra Lisboa sería la asistencia en los grandes núcleos de población. Ese paisaje salta a los medios de comunicación cada verano porque los trabajadores sanitarios quieren cogerse vacaciones y las oficinas de personal de los diferentes distritos sanitarios no encuentran a gente que se quiera ir a trabajar allí durante unos meses para que luego le den la patada y tenga que volver a buscar trabajo en la gran ciudad. Ese paisaje se hace importante, además, en momentos en los que multiplica su población porque la gente de la ciudad se va al pueblo a pasar el verano.


Comenta Sergio del Molino en su libro "La España vacía. Viaje por un país que nunca fue" lo siguiente:
"Mitad negocio, mitad religión, o mezcla indistinta de ambas cosas, el pasado se ha convertido en algo sacro que resiste con fiereza cualquier envite de la ciencia. Es lógico que así sea, desde el momento en que la España vacía asumió que no le quedaba nada más que pasado."

La sanidad rural se gestiona como algo del pasado, como si no hubiera más que dejar pasar el tiempo hasta que se extinguiera, como si no mereciera la pena implantar allí formas de gestión (de procesos, de profesionales,...) diferenciales porque está abocado a la extinción, como si bastara con repetir lo del pasado hasta que de tanto repetirse ya no estuviera.

En otro pasaje del libro de Sergio del Molino rescata unas frases de un libro de Delibes:
"No hemos sabido entenderlos a tiempo y ahora ya no es posible. Hablamos dos lenguas distintas". 
Mientras la mega-estructura sanitaria generaba nuevas formas de interpretarse a sí misma mediante unidades de gestión clínica, deificación de la demora-cero, peonadas, acuerdos de gestión,..., hipertrofiando esa lengua propia construida para la autoperpetuación de aquellos que la entendían, esa sanidad vacía que no es sino el paisaje de nuestro sistema sanitario se quedaba sin un lenguaje organizativo propio en el que poder hablar.

Decíamos al comienzo de este post que las periferias siempre eran las primeras en notar las situaciones de crisis, y así fue al inicio de los recortes en la financiación sanitaria en el último quinquenio, cuando las urgencias de los pueblos fueron de los primeros dispositivos cuya idoneidad fue cuestionada. No se cuestionaba si se podían gestionar de otro modo, sino su existencia. Se atacaba directamente a los pocos intentos de adecuarse al lenguaje propio de la dispersión geográfica (utilizar criterios diferenciales de equipo-de-urgencias/habitante para las zonas rurales) y se trataba de igualar las zonas rurales a las urbanas, agrediendo a las primeras.

Dice también Sergio del Molino en su libro que "los paisajistas españoles (literarios y artísticos) de los siglos XIX y XX trabajaron con una desventaja enorme en comparaicón con los paisajistas ingleses y franceses. antes de describir el paisaje , tenían que convencer al pueblo de que merecía ser descrito"*; es necesario resignificar esas Españas-vacías, lugares-que-no-nos-importan, paisajes o, como titulaba Sergio Minué en un post reciente, El fin del mundo, para que el sistema sanitario (y lo que contiene) se deécuenta de que esos paisajes también merecen estar incluidos y tener formas diferenciales de ser pensados, inclusivas, no paisajísticas.

*[Uno de los que hacen esa labor de paisajistas contemporáneos de la España rural sanitaria es Raúl Calvo, a través de lo que escribe]

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