En los últimos años asistimos al crecimiento (en forma de burbuja) de las iniciativas, jornadas, congresos, charlas y discursos sobre la humanización® de la asistencia sanitaria. Es un revival algo inesperado porque en los inicios del sistema sanitario público tal como lo conocemos ahora ya era algo que estaba muy de moda.
Desde nuestro punto de vista el crecimiento de las iniciativas y la omnipresencia de todo lo relacionado con humanizar® la salud tiene problemas a varios niveles.
La humanización® como la cortina de humo delante de los recortes en servicios públicos.
Existe en el discurso de la humanización® una suerte de deificación de las cosas pequeñas que nos nubla la importancia de las causas de las causas.
Los tres jinetes de la organización del sistema sanitario desde el año 2009 han sido: precarización de los profesionales sanitarios, disminución del presupuesto para los servicios de salud y empeoramiento de la coordinación inter-niveles asistenciales (en gran parte por culpa de los dos motivos anteriores); estos tres aspectos son incompatibles con la implantación de planes de humanización® de la asistencia sanitaria basada en la conciliación de unas condiciones de desempeño asistencial lamentables con la implantación de nuevos circuitos y acciones encaminadas al logro de dicha humanización®.
¿Hay que seguir proveyendo un trato cercano, cálido y respetuoso a los pacientes en entornos de escasez de medios y precariedad de las condiciones de trabajo y desempeño profesional? Por supuesto que sí, lo que resulta complicado es que esas iniciativas sean encabezadas por las mismas personas que ejecutan dichos recortes. Se puede dar una buena asistencia con unas condiciones lamentables, pero es necesario reconocer que dichas condiciones van a acabar repercutiendo hasta en lo más fundamental de la asistencia prestada, y que ni siquiera las iniciativas por la humanización(tm) van a poder blindar un conjunto mínimo básico de unidades de respeto no alienables por unas condiciones deplorables.
La humanización® como visión institucional de la psicología positiva.
Hace unos años escribimos un texto llamado "El pensamiento positivo y el sistema sanitario: una relación que debe acabar", y lo empezábamos con el siguiente texto de Barbara Ehrenreich (genuflexión):
El cáncer de mama, ahora puedo decirlo con conocimiento de causa, no me hizo más bella ni más fuerte ni más femenina, ni siquiera una persona más espiritual. Lo que me dio, si es que a esto lo queremos llamar "don", fue la oportunidad de encontrarme cara a cara con una fuerza ideológica y cultural de la que hasta entonces no había sido consciente; una fuerza que nos anima a negar la realidad, a someternos con alegría a los infortunios, y a culparnos solo a nosotros mismos por lo que nos trae el destino.
Barbara Ehrenreich. "Sonríe o muere".
En cierto modo nos parece que esta hipertrofia de la humanización® en el ámbito sanitario responde a las mismas dinámicas que la expansión de la psicología positiva; en cierto modo, humanizar es a la situación actual del sistema sanitario el equivalente de decirle "ey, anímate" a un deprimido lo sería al abordaje de la depresión, esto es, una ceguera selectiva de todo lo que hay alrededor.
La humanización® como enmienda a la totalidad de los funcionamientos previos.
Por último, muchas de las iniciativas por la humanización® de la asistencia sanitaria están encabezadas por instituciones que durante muchos años tuvieron capacidad y poder de toma de decisiones en el ámbito de la gestión sanitaria y las políticas de salud; no sabemos si es que antes la humanización® no fue una prioridad o si lo que ocurre es que existe una especie de calificación de los tiempos anteriores como deshumanizados o faltos de humanidad.
En realidad nos parece que es la respuesta coherente dentro de un relato según el cual las sociedades anteriores, menos tecnologizadas y menos robotizadas tenían un alto grado de calidez y cercanía en sus relaciones interpersonales y en los tratos entre los proveedores de servicios públicos y sus usuarios. Nosotrxs, sin embargo, rechazamos de pleno esa afirmación y vemos en ella una deriva similar a la relatada por Byung-Chul Han en el libro "La sociedad del cansancio":
"El cambio de paradigma de una sociedad disciplinaria a una sociedad de rendimiento denota una continuidad en un nivel determinado. Según parece, al inconsciente social le es inherente el afán de maximizar la producción. A partir de cierto punto de productividad, la técnica disciplinaria, es decir, el esquema negativo de la prohibición, alcanza pronto su límite. Con el fin de aumentar la productividad se sustituye el paradigma disciplinario por el de rendimiento, por el esquema positivo del poder hacer, pues a partir de un nivel determinado de producción, la negatividad de la prohibición tiene un efecto bloqueante e impide un crecimiento ulterior. La positividad del poder es mucho más eficiente que la negatividad del deber. De este modo, el inconsciente social pasa del deber al poder."
En esta analogía, partiríamos de un modelo de elaboración de políticas y de organización de los servicios de salud basados en la coerción clásicamente asociada a la gestión clásica (teñida con un poquito de participación, un incentivo… esas cosas), y de ahí se haría una transición a un modelo autocoercitivo, que sería el representado por las iniciativas autodenominadas de humanización, que lograrían vencer los topes de generación de resultados de las estrategias de gestión basadas en la coerción porque atacarían a la propia moralidad del profesional sanitario y de los servicios de salud (si es que las instituciones tienen moral), visibilizándolos como no-humanizados en el caso de que trataran de justificar los déficits de sus acciones profesionales en aspectos estructurales tales como sus condiciones de trabajo, los recortes presupuestarios, la mala coordinación asistencial…
No es que seamos los grinch de la humanización®, en realidad en este blog somos muy de llamar al paciente por su nombre, de levantarnos para saludarle y acompañarle hasta la puerta (en ocasiones precozmente, no vamos a negarlo), de la confidencialidad con confianza, de la visita al domicilio y de facilitar hasta la extenuación el caminar con o sin enfermedad por la vida sanitaria... a veces hasta lo plasmamos en curricula; en otra ocasiones la humanización la vivimos en primera persona.
Hace años que descreo de toda política que no lleve implícita un presupuesto. Con la humanización como política sanitaria pasa lo mismo. Sencillamente no es sostenible como sabe cual quier profesional asistencial de urgencias, hospital o atención primaria.
ResponderEliminarA nivel privado es distinto, pero no es inteligente dejar entrar en la propia moral a una organización sanitaria cuya directriz es meramente mercantilista. Hacerlo nos convierte en presos como Byung Chul Han oportunamente señala.
Creo que un trato humano a los pacientes y a los compañeros es una buena defensa contra la adversidad sanitaria que sufre el profesional pero esto no podrá ser impuesto, no funcionará.
Agradezco a los autores de este post su lucidez, comparto con ellos la necesidad de aportar conciencia a la neblinosa situación que atravesamos.
Buenos días. Interesante reflexión. En algunos lugares han metido dentro del saco de sus estrategias asuntos tan transversales y de tal envergadura como seguridad del paciente, comunicación interna, coordinación interasistencial, promoción y educación para la salud, atención al profesional, reconocimiento y motivación, etc. Ahora humanización es además sinónimo de buena gestión, de calidad en todas sus dimensiones, de panacea. A mí me hubiera bastado y sobrado conseguir potenciando la ética profesional con ese toque de calidez que quizás hacía falta, pero hasta eso se ha terminado dejando de lado. Ojalá no termine siendo un camino de buenas intenciones hacia el infierno. Para terminar, lo de ser un modelo productivo más en esta sociedad, ¿alguien lo dudaba?. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por la reflexión
ResponderEliminarComparto que los planes de humanización tiene mucha cosmética y poca ética. Además no tienen una finalidad práctica en cuanto a cambiar de forma estructural los "agujeros negros" del sistema. En los planes de humanizacion no se abordan de verdad (y con PRESUPUESTO) los ejes de la deshumanización: falta de tiempo y recursos, falta de voluntad de poner límites razonables a la asistencia sanitaria, falta de compromiso de cuidado de pacientes Y profesionales... Tantas carencias que los planes no quieren/pueden abordar, dejando en manos del "buenismo" profesional que las cosas funcionen mejor: aunque tengas 50 pacientes PUEDES (y DEBES) seguir sonriendo. Así la "culpa" seguirá en el lado de la mesa del profesional que no consiga ser "empático y compasivo" a pesar de que sus condiciones de trabajo sean deplorables
Dobles morales, más de lo mismo
Aunque si los profesionales fuéramos un poco más listos seguro que podríamos aprovechar algunas de las buenas intenciones (y palabras) del plan para seguir pidiendo todas esas cosas que nos faltan para poder hacer nuestro trabajo de una forma adecuada
Enorme y valiente artículo, como siempre por otra parte.
ResponderEliminarNo me extenderé. Como ya dije en otro lugar, la mejor estrategia de Humanización consistiría en contar con suficientes seres humanos en plantilla como para que los que ya tenemos no acaben convertidos en robots.
Un saludo.
Brillante Padilla!! Como siempre...
ResponderEliminarLamentablemente, como profesional, vivo en la actualidad la deshumanización de otros profesionales, en su relación conmigo. Entiendo que es un mecanismo de supervivencia en un contexto tremendamente amenazante.. la tercera fase de un TEPT... pero hostia, que jodido y doloroso es!!
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ResponderEliminarBuen artículo, estoy comenzando a hacer este curso fp emergencias sanitarias, y me gustaría saber sus opiniones sobre este tipo de cursos para entrar al sector sanitario.
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