3.2.15

El dataísmo sanitario.


"The plural of anecdote is not data" (el plural de anécdota no es datos)
Esa frase, clásica de los que tratan de explicar que un compendio de anécdotas no es un fundamento teórico válido para conformar ninguna base teórica, bien podría ser reformulada de la siguiente manera:
"The plural of datum is not information" (el plural de dato no es información)
En la era de la búsqueda de la transparencia (no confundir la búsqueda de la transparencia con el encuentro de la misma) y la sobreabundancia de datos, trzar una clara diferencia entre los datos y la información es fundamental.

David Brooks, en un artículo publicado en el New York Times (titulado "La filosofía de los datos") afirmaba:
Si me pide que describa la filosofía emergente a día de hoy, diría que es el dataísmo. Ahora tenemos la capacidad de acumular enormes cantidades de datos. Esta capacidad lleva consigo un cierto presupuesto cultural -que todo lo mensurable debe ser medido; que los datos son lentes transparentes y fiables que nos permiten filtrar todo emocionalismo e ideología; que los datos nos ayudarán a hacer cosas significativas como predecir el futuro...
Desde el periodismo de datos  a la necesidad de basar las decisiones sanitarias en datos se deja caer un cierto tufillo a lo que Brooks denomina dataísmo. En palabras de Byung-Chul Han, en su -magnífico- libro "Psicopolítica":
Transparencia es la palabra clave de la segunda Ilustración. Los datos son un medio transparente. Siguiento el artículo del New York Times [el de Brooks que hemos citado antes], los datos "son una lente transparente y fiable". El imperativo de la segunda Ilustración es: se ha de convertir todo en datos e información. El dataísmo que pretende superar toda ideología, es en sí mismo una ideología. Conduce al totalitarismo digital.
Desde la imperiosa necesidad de hacer que cada persona lleve una pulsera que le mida el número de pasos que da, las calorías que ingiere diariamente o las veces que va al baño, hasta el imperativo clínico y organizativo de hacer que todos los enfermos crónicos estén continua-y pertetua-mente monitorizados en sus domicilios acumulando datos, pasando por la colección de datos de estructura y proceso de los sistemas sanitarios para "gestionar bien", sin que nadie sepa lo que eso significa.

La obsesión por el dato como quintaesencia de la neutralidad y la objetividad -como paradigma de lo científico- se asemeja, en cierto modo, a la obsesión por la genómica como piedra filosofal de la medicina contemporánea. Tanto la genómica como la abundancia de datos no sirven ni servirán de nada si no surgen a partir de una planificación previa del uso que se les va a dar.

Queremos datos de cómo funciona nuestro sistema sanitario, datos de cómo se encuentran los pacientes, datos de satisfacción de los usuarios de los servicios de salud, datos en abierto de los ensayos clínicos,..., pero una vez tengamos todos esos datos no podemos quedarnos parados a ver cómo nos muestran el camino a seguir de forma automatizada. Detrás del uso de los datos se encuentra esa subjetividad y ese fundamento teórico del que reniegan los dataístas.

Terminando con unas palabras de Chris Anderson, leídas en el libro de Han (Psicopolítica):
Adiós a toda teoría del comportamiento humano, desde la lingüística hasta la sociología. Olvida la taxonomía, la ontología y la psicología. ¿Quién sabe por qué la gente hace lo que hace? La cuestión es que lo hace y que podemos seguirlo y medirlo con una fidelidad sin precedentes. Con suficientes datos, los números hablarán por si mismos. 

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