23.7.15

La sanidad pública, ¿un elemento neutral de cohesión social?

Cada vez que no estemos de acuerdo, / empecemos mejor / por la buena noticia:/ "Hoy, aquí, / dos personas se han hecho a la vez / la misma pregunta".
Laura Casielles. 

En los últimos tiempos hemos podido ver cómo diferentes voces de diversas procedencias se alzaban para solicitar un gran pacto político por la sanidad pública; valgan como ejemplos tanto la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (AFEM) o el portavoz del PSOE en la comisión de sanidad del Congreso de los Diputados, Pepe Martínez Olmos.

Ese pacto se ve como una posibilidad de eliminar algunas de las grandes -y vetustas- lacras de nuestro sistema, tales como el cortoplacismo en la gestión, la instrumentalización partidista de las reformas sanitarias y el uso de la sanidad como mecanismo de extorsión electoral. Estos tres aspectos son, dentro de unos márgenes de cierta cordura, inequívocamente un terreno común en el que todo el mundo puede coincidir a la hora de querer eliminarlos; sin embargo no acabamos de tener claro que un Gran Pacto sea el antídoto ante esos males.

Los sistemas sanitarios son, en gran parte, la consecuencia directa de un modelo social y cultural, rindiendo cuentas a una serie de valores representados en la colectividad del estado donde el sistema sanitario se implanta; sin embargo, y a pesar de esta aparente determinación cultural, el predominio de una ideología concreta en el gobierno sí que puede tener efectos determinantes en la implantación de un determinado modelo de sistema de salud -partidos más conservadores se asocian con la implantación de modelos tipo seguridad social, mientras que los más progresistas lo hacen con los sistemas nacionales de salud-.

Entonces, si las tensiones entre diferentes grupos políticos llegan a algo tan tremendamente básico como el modelo de sistema sanitario - PP y Ciudadanos, no en vano, defienden el modelo de aseguramiento implantado por el actual gobierno mediante el Real Decreto 16/2012, lo que vino a instaurar una regresión desde la sanidad como derecho colectivo a la sanidad como prestación ligada a la cotización-, ¿es posible reclamar un Gran Pacto que no resulte en una versión jurídica y socialmente debilitada de la sanidad que queremos? ¿no sería más lógico tratar de construir acuerdos largoplacistas entre aquellas opciones políticas más alineadas entre sí para posteriormente tratar de extenderse en la horizontalidad ideológica?

Las anteriores son dos preguntas clave, pero la más importante, a nuestro parecer, es ¿a qué estamos dispuestos a renunciar quienes defendemos un sistema sanitario del tipo de lo que hablamos en este post, a cambio de lograr compromisos duraderos a 10 años*? ¿a la universalidad de la cobertura sanitaria para llegar a acuerdos con Ciudadanos? ¿a la adecuación de la financiación a los requerimientos de la sociedad, aunque esto la obligue a ser contracíclica, y no procíclica, para llegar a un acuerdo con el Partido Popular?

En nuestra opinión, y aunque sea menos efectista que un Gran Pacto y se salga de la tendencia -mediáticamente muy amplificada- de divinizar el término medio como virtud aristotélica -olvidando que lo es cuando se da entre dos virtudes, no entre dos posicionamientos cualesquiera-, creemos que las ansias de lograr reformas fijadas en el largo plazo deberían tomar como referencia el marco que nos brinda el King's Fund en un documento publicado muy recientemente (¿hoy?).

El texto, con el título de "Making change possible: a Transformation Fund for the NHS" viene acompañado de la siguiente imagen:


Algunos de los aspectos que se mencionan como fundamentales para promover cambios en el sistema sanitario son justamente los que hemos señalado como deficitarios en muchos de los textos compartidos en esta página. Rendición de cuentas, inversión en aprendizaje y evaluación, compromiso de los trabajadores -y las condiciones estructurales que posibilitan que esto sea así-,... mientras las diferentes propuestas que se quieran encontrar en un terreno de juego común no tengan bien apuntaladas sus visiones sobre estos aspectos -y sobre los otros más típicos de la organización de los sistemas de salud- creemos complicado un Gran Pacto que mejore lo actual y que sea algo más que un arreglo cosmético a la capacidad de pensar en el bien común de unos partidos que no parecen caracterizarse por eso precisamente.

Un sistema sanitario que sea universal, gratuito en el punto de la asistencia y público tanto en la financiación como en la propiedad, gestión y control, no es un ente políticamente neutro, y cuanto antes comprendamos esto, antes seremos capaces de entender ciertas reformas -reducciones del 20% de la financiación en 5 años, por ejemplo- y de articular estrategias de encuentro o desencuentro.



* Decimos 10 años y no 25 -como defiende Pepe Martínez Olmos en su artículo- porque creemos que en la actualidad es complicado encontrar valores sustentados socialmente que aguanten durante más de 10 años sin necesidad de ser radicalmente reevaluados. Los 25 años eran válidos para los años 80-90, pero es ilusorio negar la variación de los ciclos de recambio de valores y modelos.

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