21.12.16

La prevención: como fetiche o como disfraz.



"Invertir en prevención es garantía de equidad y derechos"

Ese ha sido el cierre de un argumentario en el que se ha apoyado la Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad para decir que es la prevención (no confundir con la Salud Pública) lo que va a ser la prioridad de las políticas de su ministerio en los próximos años.

"Prevenir es mejor que curar", "prevenir ahorra costes", "la prevención es la mejor forma de llegar a la equidad", son tres formas de demostrar que no se tiene mucha idea sobre prevención.

Como comentamos hace un tiempo en un texto titulado "Prevenir ahorra costes. ¿En serio?"

El eslogan "prevenir ahorra dinero" triunfa por sencillo e intuitivo, no por cierto y riguroso. Afirmar que "prevenir ahorra dinero" es falaz, porque el concepto "prevenir" es demasiado complejo y heterogéneo como para poder atribuirle consecuencias tan complejas de forma global.
Algunas actividades preventivas ahorran dinero. Otras no. Algunas ayudan a mejorar tu salud en el futuro. Otras no. Algunas incluso pueden empeorarla en el presente. Sin embargo, el valor de las actividades que merecen la pena (no de todas, sino de las que merecen la pena) no es el disminuir el gasto sanitario, sino el de lograr uno de los objetivos fundamentales del sistema sanitario: conseguir que la gente mantenga un elevado nivel de funcionalidad social la mayor cantidad del tiempo posible. 

Para distinguir a grandes rasgos dentro de las actividades preventivas una buena opción es diferenciar entre la prevención clínica (la que tiene relación con el contacto sanitario y suele tener una base individual) y la prevención colectiva-comunitaria-salubrista.


La prevención clínica.

Si vamos a hablar de prevención como eje de las acciones en salud y no queremos que esta repercuta negativamente sobre las desigualdades sociales en salud tenemos que hablar de políticas que actúen sobre los determinantes de salud que se encuentran en el origen de los problemas de salud de la población. Si vamos a hablar de prevención clínica (la que está vinculada al sistema sanitario) deberíamos tener en cuenta los siguientes aspectos, enunciados por Gérvas, Starfield y Heath en Lancet en 2008, para tratar de no introducir elementos que hicieran más perjuicio que beneficio

  • La evidencia de los beneficios y la viabilidad debe ser estudiada en la práctica diaria. El asunto no es si existe evidencia, sino qué evidencia estamos buscando, para qué propósito, cómo se interpreta, si puede estar contraindicado y en qué circunstancias. Se necesita información acerca de los efectos en diferentes poblaciones y grupos de pacientes, teniendo en cuenta, al menos, la edad, el sexo y el nivel socioeconómico.
  • No todas las actividades preventivas tienen el mismo valor. Las nuevas propuestas deberían compararse con las antiguas. Los clínicos deben decidir qué servicios preventivos ofrecer, mientras que los decisores políticos deben decidir que servicios promocionar. Todos ellos necesitan información con la que lograr el mejor retorno para la inversión realizada. Las nuevas actividades preventivas deberían incluir información acerca de su efectividad en evitar futuras cargas de enfermedad y compararla con la efectividad de tratar la enfermedad en cuestión en ese momento. ¿Para quién y bajo qué circunstancias la prevención es mejor que la cura?
  • La reducción del riesgo relativo no es suficiente. Los riesgos absolutos difieren en las diferentes poblaciones. El riesgo atribuible es una característica frecuentemente obviada en los ensayos clínicos que constituyen la evidencia científica. La frecuencia relativa de los problemas para los que se buscan pruebas científicas debe ser conocida antes de que se pueda interpretar la utilidad de la evidencia encontrada. Por ello, las decisiones acerca de los objetivos de prevención que se han de priorizar deben tener en cuenta el riesgo atribuible y el riesgo relativo.
  • Los estudios en los que se basen las políticas deben informar de los daños derivados de la implementación de la intervención. Las nuevas intervenciones no deben transformar reglas predictivas en reglas de decisión sin robustos análisis del impacto.


La prevención como lugar común.

"Invertir en prevención es garantía de equidad y derechos"... pues mire, no. La prevención, como concepto amplio, heterogéneo  y complejo depende de cómo se materialice, y en ello influyen fundamentalmente las políticas que se impulsen. La prevención tiene la capacidad, también típica de la asistencia clínica curativa/paliativa/rehabilitadora de acabar cayendo con frecuencia en lo que se denomina la Ley de cuidados Inversos, esto es, que habitualmente llega más a quien menos la precisan, y menos a quienes más la necesitarían, siendo esto más frecuente en sistemas más expuestos a los designios del libre mercado, como bien nos explicó Julian Tudor Hart en 1971 en la revista Lancet y ha sido explicado posteriormente por diferentes autores (este artículo de Appleby en Health Service Journal merece especialmente la lectura). El tipo de prevención que tiene más capacidad de comportarse ampliando estas desigualdades es la prevención más centrada en el individuo y en sus hábitos, mientras que las políticas de salud pública que han demostrado actuar previniendo el desarrollo de la enfermedad (o, mejor dicho, favoreciendo el desarrollo de buena salud) son las que actúan cascada arriba en los determinantes de salud que se centran en los cambios de condiciones de vida a nivel colectivo (imprescindible este texto de BMC Public Health al respecto).

La prevención es el lugar común de quienes no quieren ni oír hablar de la salud pública. Podríamos asumir que la prevención ha pasado a ser el elemento blanqueador de las políticas individualistas para justificar que se toman medidas de salud pública cuando en realidad no es así. Situar la prevención como centro de las políticas de salud es lo mismo que no decir nada si esto no se complementa con hablar de que esa prevención se vehiculizará a través de políticas de salud pública diseñadas a partir de visiones salubristas que entiendan la salud (que no la enfermedad) como el resultado final de la interacción de múltiples factores de índole social, económico, medioambiental, asistencial e individual. La prevención que debemos buscar es la que camina de la mano de la salud pública, lo demás son disfraces.

4 comentarios:

  1. Buena entrada
    Totalmente de acuerdo.
    Por definición la prevención es ir contra algo. La promoción de la salud, la salud pública y la salud comunitaria es ir hacia la salutogenesis,la igualdad, la equidad y el empoderamiento y aunque esas disciplinas contienen algunas medidas preventivas, superan ampliamente el concepto y el contexto de la prevención.

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  2. Ocurre que se denomina prevención a diversas, acciones, intervenciones e interdicciones que no son prevención, que están basadas en conceptos perimidos cimentados en concepciones ético jurídicas o médico sanitarías. Como la que Kaplan sostiene por los '60. Prevención primaria (con los sanos??) prevención secundaria y prevención terciaria. Concepción falaz y que, por inaplicable, señala el "como si" de lo preventivo. Dr. Alejandro Pedro Gregori.-

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