[Con intención de reactivar la economía y la marca España andamos en reformas. Disculpen si le desahuciamos, expropiamos o simplemente le jodemos. Mientras seguiremos hablando..]
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9.3.15

Hoy ya no es 8 de Marzo

Se acabó el 8 de Marzo. Ha sido una semana cargada de eventos reivindicando el espacio de las mujeres en diversos ámbitos, hablando sobre historia del movimiento  feminista, visibilizando que somos parte activa de este mundo... Sin embargo, hoy ya es 9 de Marzo. Todo ha pasado. Hoy los micromachismos vuelven a llenar las calles, nuestras consultas vuelven a estar llenas de mujeres enfermas por una cultura heteropatriarcal y nosotrxs volvemos a respirar tranquilxs porque "hoy ya no tengo que ser feminista". ¿Y ahora qué?

La realidad en la que habitamos
Sabemos que las mujeres son las mayores víctimas de la medicalización. Desde nuestro sistema sanitario, disfrazamos de biológicos los problemas sociales que acarrean las desigualdades de género. Día tras día, patologizamos condiciones opresivas de vida, asumiendo como desviaciones de la normalidad, es decir, enfermedades, las conductas de respuesta a la división sexual del trabajo, a la cultura patriarcal o a la invisibilidad. Hemos lanzado una y mil veces el diferente trato que damos en la consulta a mujeres y hombres, el mayor consumo de psicofármacos de éstas, etc... 

Sabemos que el cuerpo de la mujer se ha convertido en un territorio en disputa. Nuestros cuerpos producen y reproducen las relaciones sociales de una sociedad capitalista y deshumanizada. Cuerpos cosificados con una salud expropiada, con los que jugamos a medicalizar etapas, diferencias y cambios. Hablamos de autonomía del paciente, mientras juzgamos y colocamos sus cuerpos en función de desviaciones estandar. 

No hay duda de que la historia de la medicina está escrita en base a una minoría de expertos que deciden y eligen lo mejor para una mayoría. Desde los sistemas de salud occidentales, construimos una medicina basada en la tecnologización y en el biologicismo. Una medicina construida sobre la base de una relación binaria entre nosotrxs, lxs profesionales, y ellxs, lxs pacientes inexpertxs. ¿Puede el feminismo romper esa dicotomía?

Nuestros cuerpos, nuestras vidas
En 1972, The Boston Women´s Health Book Collective editaron desde una pequeña imprenta comunitaria la primera edición del libro "Our bodies, ourselves". El punto de partida fue un pequeño grupo de discusión sobre "las mujeres y sus cuerpos" que formó parte de un seminario en Boston en 1969 organizado por Nancy Miriam Hawley.  A partir de ahí, se organizaron más grupos de discusión y talleres- laboratorio en los que participaban mujeres de diversos ámbitos y de diferentes edades. Así se fue construyendo colectivamente una concepción de salud y unos materiales que llevan más de 30 años sirviendo a mujeres de todo el mundo. Las autoras declararon cuatro razones fundamentales por las que se llevo a cabo esta obra:
  • Añadir las vivencias a la manera de entender el cuerpo, más allá de las opiniones de expertos, creando una experiencia de aprendizaje y empoderamiento
  • Adquirir un capacitamiento para evaluar a las instituciones que normalmente se ocupan de sus cuerpos
  • Solventar esa falta histórica de autoconocimiento del cuerpo que hace que las mujeres no pudiesen decidir sobre su salud sexual o su propia maternidad
  • La toma de conciencia que la falta de este conocimiento, nos coloca en una posición de desigualdad respecto a los hombres. 
Por esto, queremos visibilizar la importancia de que la salud pueda ser construida desde las mujeres. En los movimientos feministas, la salud y la capacidad de decidir sobre su propio cuerpo ha sido una de las reivindicaciones principales por las que luchar. Hoy día, se siguen dando movimientos de respuesta y de lucha para recuperar esa salud expropiada y descolonizar el cuerpo de las mujeres. Repensemos el papel que como profesionales tenemos en ello, ya sea desde la consulta o desde la Salud Pública. Fomentar la participación y la capacitación de las mujeres para decidir libremente es parte de despatriarcalizar la salud. Hoy ya no es 8 de Marzo,  pero hoy podemos seguir apostando por una salud comunitaria y una promoción de la salud donde las mujeres puedan ser las protagonistas de sus propios cuerpos. 




29.1.15

No sin nosotras... otra vez no

Soplan aires de cambio en Europa. Hace unos días la victoria de Syriza nos traía el dulce sabor del cambio político. Grecia y con ello Europa despertaba de su letargo y decía un rotundo y sonoro no a las políticas de austeridad.
No descubrimos nada nuevo, si afirmamos que "la austeridad mata". Según estudios de David Stuckler, la salud pública en Grecia se ha visto ampliamente desvastada por estas políticas de austeridad. Desde el comienzo de la crisis la mortalidad infantil ha aumentado un 43% entre 2007 y 2010, el número de personas drogodependientes infectadas por VIH se ha multiplicado por más de 30, ha resurgido la malaria, ha aumentado significativamente la tasa de suicidios, homicidios etc...
Para ello, el gobierno de Alex Tsipras se ha constituido con un fuerte acento económico. Tres de los diez ministerios estarán centrados en desarrollar políticas económico- financieras con las que combatir a la Troika y a sus políticas de austeridad.
Sin embargo, el gobierno de Syriza se constituye sin ni una sola mujer ministra. Un gobierno construido para la lucha contra el neoliberalismo y el capitalismo salvaje pero con fuertes raíces de patriarcado. No solo no ha contado con ninguna mujer ministra, sino que de las 21 secretarías de Estado sólo 6 son mujeres, del total de 27 personas en el ejecutivo solo 6 son mujeres, del total de 300 escaños únicamente 44 son ocupados por mujeres...
Hace poco escuché una conferencia de Nuria Varela que explicaba la incomodidad que ha supuesto el feminismo a lo largo de la historia para los movimientos y partidos de izquierdas. Desde los partidos comunistas donde las luchas obreras representaba a operarios y trabajadores de las fabricas, nunca a trabajadoras domésticas o sexuales, hasta el surgimiento de la nueva izquierda y los movimientos sociales de carácter emancipatorio donde también surgían esas contradicciones. Nuria señalá las palabras de Robin Morgan: "Como quiera que creíamos estar metidas en la lucha por construir una nueva sociedad, fue para nosotras un lento despertar y una deprimente constatación descubrir que realizábamos el mismo trabajo en el Movimiento que fuera de él: pasando a maquina los discursos de los varones, haciendo café pero no política, siendo auxiliares de los hombres, cuya política, supuestamente, reemplazaría al nuevo orden".
La historia se vuelve de nuevo a repetir. Otra vez una política sin nosotras. Hay varios artículos que hablan de como el nuevo gobierno griego no incluirá las reivindicaciones feministas y del LGTB en su programa. Todo esto me hace llegar a la conclusión de que aún no hemos entendido lo que significa el cambio.
No podremos hacer una apuesta real por el cambio sin un reparto de poderes. Si partimos de un estado patriarcal donde el poder vuelven a obstentarlo hombres, volvemos a caer en una sociedad binaria con opresores y oprimidas, con personas sujetas a mandatos de género que dictan en que lugar de la sociedad te encuentras. Sin mujeres no hay democracia real ni sociedades horizontales ni verdadera participación de la ciudadanía. No podemos caer en la tentación de volver a poner a las mujeres en ese papel de sostenedoras invisibles. Debemos saltar a la vida pública y a os espacios de decisión.

"Hermanas, el pueblo negro nunca será libre a no ser que las mujeres negras participen en cada aspecto, en cada nivel de lucha. Creo que las mujeres negras, más que nadie sobre la faz de la tierra, reconocemos la urgencia de nuestra situación. Porque nosotras somos las que nos enfrentamos cara a cara, a diario con las instituciones de nuestra opresión. Y porque somos nosotras quienes nos hacemos cargo de la responsabilidad de criar a nuestros hijos. Y somos nosotras quienes tenemos que lidiar con el sistema de la seguridad social al que no le importa la seguridad de nuestro hijos. Somos nosotras quienes tenemos que lidiar con el sistema educativo que educa a nuestros hijos (...)"
Assata Sakhur (activista política negra)

Assata Sakhur reivindicó una y otra vez la lucha de las mujeres en el pueblo negro. Como mujer activista, entendió la necesidad de trasladar los problemas de las mujeres a la política. Entendió que una sociedad justa es aquella que nos permite luchar.
Por esto, ha llegado la hora de reivindicar la lucha de las mujeres frente a unas políticas que han invisibilizado los cuidados y las inequidades de género durante años. El proceso de reestructuración del sistema socioeconómico pasa por la reorganización de la cobertura de cuidados de la población y por una crítica estructural que establezca el género como eje de análisis. Pasa por mover la centralidad de los mercados y lo monetario a la sostenibilidad de la vida. Pasa por, como dice Carrasco, "comprender como cada sociedad resuelve sus problemas de sostenimiento de la vida humana".
Efectivamente la lucha contra las políticas de austeridad es clave. Pero si en esa lucha  no entendemos que las desigualdades sociales (en salud) son atravesadas de forma determinante por el género así como la importancia de los cuidados en nuestro sistema, seguiremos viviendo en sociedades enfermas donde la vida no sea más que un instrumento para que la maquinaria económica siga funcionando. Y eso, querido Tsipras, no se puede hacer sin nosotras.






20.5.14

Silvia Federici, reproducción y trabajo doméstico.

Silvia Federici ayer en La Invisible, Málaga.

En lo tocante a los aspectos económicos de la campaña Salario para el Trabajo Doméstico, estas facetas son "altamente problemáticas" solo si las planteamos desde el punto de vista del capital, desde la perspectiva del departamento de Hacienda que siempre proclama su falta de recursos cuando se dirige a los trabajadores. Como no somos el Departamento de Hacienda y no tenemos intención alguna de serlo, no podemos imaginarnos diseñando para ellos sistemas de pago, diferenciales salariales y acuerdos sobre productividad. Nosotras no vamos a ponerle límites a nuestras capacidades, no vamos a cuantificar nuestro valor. Para nosotras queda organizar la lucha para obtener lo que queremos, para todas nosotras, en nuestros términos. Nuestro objetivo es no tener precio, valorarnos fuera del mercado, que el precio sea inasumible, para que el trabajo reproductivo, el trabajo en la fábrica y el trabajo en la oficina sean "antieconómicos".
De manera similar, rechazamos el argumento que sugiere que entonces será algún otro sector de la clase obrera el que pagará por nuestras eventuales ganancias. Según esta misma lógica habría que decir que a los trabajadores asalariados se les paga con el dinero que el capital no nos da a nosotras. Pero esa es la manera de habar del Estado. De hecho afirmar que las demandas de programas de asistencia social llevadas a cabo por los negros durante los años sesenta tuvieron un "efecto devastador en cualquier estrategia a largo plazo... en las relaciones entre blancos y negros", ya que "los trabajadores sabían que eran ellos, y no las corporaciones, los que acabarían pagando esos programas", es puro racismo. Si asumimos que cada lucha que llevamos a cabo debe acabar en una redistribución de la pobreza estamos asumiento la inevitabilidad de nuestra derrota.
Este párrafo forma parte del artículo "Contraatacando desde la cocina", escrito por Silvia Federici (en la foto) y Nicole Cox en el año 1975, y se encuentra recogido en el libro "Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas." En una parte de ese libro habla acerca del movimiento pro la salarización del trabajo doméstico, lucha a la que se refiere en los párrafos que hemos copiado.

Ayer tuvimos la oportunidad de escuchar y ver a Federici en la conferencia que dio en Málaga. Su análisis del proceso de acumulación capitalista tendiendo el puente entre la producción y la reproducción ("La reproducción precede a la producción social. Si tocas a las mujeres tocas la base" decía Linebaugh), así como planteando el argumento de los comunes como forma de respuesta y construcción social nos ayuda a seguir construyendo un marco en el que pensar y actuar. Mientras tanto, los que podáis ir a verla en Sevilla mañana a mediodía no perdáis la oportunidad.

3.5.14

Deconstruyendo la maternidad: ser madre en una sociedad sin alma

--- por Vicky López ---

Siempre que hablamos de la salud de las mujeres acabamos hablando de maternidad. Utilizamos el término maternidad para hablar del acto de criar aislándolo de toda realidad social, asumiendo la maternidad como un hecho aislado entre la mujer y su hij@. La maternidad, sin embargo,  ocupa un lugar central en la vida de las mujeres determinando sus pautas de socialización y hasta de construcción de su identidad. Como profesionales de la salud, aceptamos como parte de nuestro trabajo diario acompañar, aconsejar e incluso medicalizar a las mujeres en esta etapa. Pero, ¿realmente sabemos que significa la maternidad en nuestros días?

Maternidad, garantía del orden o motor de la revolución

Desde los orígenes del movimiento feminista, la relación entre la maternidad y la política se ha situado en el centro de las luchas. A lo largo de  la historia se ha utilizado la asunción del rol maternal de las mujeres como algo natural para mantener el orden dentro de una sociedad jerárquica y patriarcal, enalteciendo la figura de la mujer que cuidaba y se ocupaba de su familia y elevando el valor de la maternidad para el mantenimiento del status quo.

Desde el nacimiento de la biopolítica, se ha ejercido control sobre nuestros cuerpos y órganos reproductores, obligándonos a convertir nuestro cuerpo en un campo de batalla alrededor de este concepto de maternidad. Como bien dice Federicci nuestra sociedad ha ocultado la producción de fuerza de trabajo reproductivo bajo la cobertura de un destino biológico.

Así pues, ya en los años 20 el feminismo trata de deconstruir este concepto de maternidad, negando la existencia de esta como un hecho irracional e instintivo y significándolo como constructo social. Feministas como Simone de Beauvoir o Elisabeth Badinter, han manifestado su oposición radical a la maternidad argumentando que la pérdida de autonomía que suponía el cuidar era intolerable para la mujer. Con todo esto se ponía de manifiesto el uso del constructo social de la maternidad para el control y domesticación de la mujer, convirtiéndose ésta en estereotipo unificador de las mujeres.

Revalorización de los cuidados

Sin embargo, movimientos feministas comenzaron a cuestionar esto, sacando a la luz la función social de la maternidad e introduciendo este debate en la esfera pública. Se comienza a hacer de la maternidad una opción política también desde la que visibilizar el trabajo doméstico y de reproducción y reivindicar la importancia de los cuidados.

Así pues, Adrienne Rich habla de huir de la “institución maternal” para recuperar la “experiencia maternal”. La importancia de esta postura es el uso político de lo censurado y lo silenciado: la relación del cuerpo con la madre. Supone una reestructuración del orden social para que mujeres y madres sean capaces de hablar y de ser escuchadas. Pone a la madre en primer lugar devolviéndole la autoridad arrebatada, construyendo así un nuevo imaginario donde los cuidados y las relaciones sociales estén en el centro. Se genera un cambio de paradigma donde se revaloriza la importancia de una economía de cuidados que haga posible la sostenibilidad de la vida.

El significado de la maternidad en nuestros días.

Las mujeres de hoy se ven en la encrucijada entre una maternidad deseada y una maternidad utilizada, medicalizada y controlada por “expertos”. La mujer pierde así el control de su salud, primando el bienestar del futuro bebe y la perpetuación de la fuerza del trabajo. El capitalismo adopta el cuerpo de las mujeres y la procreación como un aspecto fundamental para la reproducción de la fuerza de trabajo. Con el desarrollo capitalista, los cuerpos de las mujeres son convertidos en máquinas para la producción de trabajadores, lo cual hoy día se sigue viendo reflejado en leyes como la del aborto o las ventajas fiscales de constituir una familia según conceptos heteronormativos.

Dice Yvonne Knibiehler, que  una vez conquistado el derecho a no ser madres (aunque últimamente esta conquista no está tan clara) nos queda conquistar el derecho a serlo sin perdernos en el camino. De esta manera, las mujeres vemos hoy día como la economía de mercado organiza la reproducción social creando madres económicamente invisibles, lo que se traduce en madres políticamente invisibles. Vemos mujeres desarrollando su maternidad en una sociedad individualista, donde todo es efímero, donde los lazos están rotos… Mujeres que generan o externalizan cuidados en la sociedad del desapego, que reinventan el concepto de familia y de comunidad con la esperanza de encontrar ese apoyo social en la “modernidad líquida” …

Desde la medicina, hablamos de salud maternal cuando en realidad estamos hablando de embarazo y puerperio sin complicaciones biomédicas. Vendemos discursos individualistas basados en vínculos sagrados o espiritualidades a las que dotamos con bases biológicas ¿Por qué no establecer nuevos ejes de análisis en nuestro imaginario? Ha llegado la hora de plantearse si es posible una maternidad saludable en una sociedad enferma, si es posible una crianza feliz en una crisis de cuidados. Quizás es el momento de colectivizar cuidados y construir políticas públicas para que la maternidad se pueda pensar en positivo, constituir una maternidad  como derecho y no como privilegio ni deber. Es el momento de que la Salud Pública devuelva a la agenda política todas estas cuestiones, más allá discursos conservadores o religiosos que vuelven a dejar fuera a las mujeres, y construyamos una sociedad en la que las madres puedan ejercer como ciudadanas de pleno derecho. 


23.4.14

Mujer, salud percibida y medicinas "alternativas".

Si le preguntamos a la población cómo percibe su nivel de salud encontraremos dos patrones constantes en la distribución del tipo de respuestas:

1- La percepción de salud es peor cuanto más baja es la clase social.
2- Las mujeres tienen una peor percepción de salud que los hombres.

Una muestra de esto que decimos se puede ver en la siguiente gráfica, extraída de la Encuesta Nacional de Salud 2011-2012.


Habitualmente tendemos a hacer los análisis de desigualdades colocando al género como un eje más de desigualdad, equiparándolo con la clase social, la edad, los condicionantes geográficos o la etnia; sin embargo, en nuestra opinión el papel que juega el género en la génesis, distribución e interpretación de las desigualdades debería tener una condición de mayor transversalidad.

¿Importa mucho que las mujeres perciban que tienen una peor salud o es solo un dato anecdótico porque lo que importa es la verdadera enfermedad -más allá de lo percibido-? Sí. Mucho. Desde hace años tenemos estudios que muestran que "La mala percepción de salud es un fuerte predictor de mortalidad, y esta asociación sólo se explica en parte por la historia médica, los factores de riesgo cardiovascular y el nivel educativo" (Heistaro 2001). Desde hace más de 20 años sabemos que "la percepción global de salud es un predictor independiente de mortalidad en casi todos los estudios" (Idler 1997), aunque eso no haya hecho que en las facultades de medicina se le preste más atención que a la hiperhomocisteinemia o condiciones similares.

Hay quien podría blandir la hipótesis de que las mujeres de mediana edad, debido a la estructura social que las obliga a una doble jornada laboral y una situación de infra-reconocimiento sociolaboral y medicalización de cualquier padecimiento son las responsables de que veamos estas diferencias entre hombres y mujeres. Sin embargo, el problema empieza mucho antes y no es un coto privado de las mujeres de mediana edad; en un texto publicado en 2012 en el BMC Public Health (Wiklund 2012) llegaron a los siguientes resultados:
"Existe una clara diferencia de género: entre dos y tres veces más chicas que chicos mostraron quejas subjetivas de salud tales como dolor de cabeza, cansancio, trastornos del sieño o dolor músculo-esquelético, así como tristeza y ansiedad. (...) El estrés percibido debido a presión y exigencias -por parte de la escuela- se correlacionó de forma intensa con quejas de salud (r=0.71) y ansiedad (r=0.71)

Es decir, en nuestro país podemos observar cómo se reproduce una desigualdad que se relaciona de forma directa -e importante- con la mortalidad, haciendo que mujeres y personas de clase social más baja -por no hablar de la intersección "mujeres de clase social baja"- se sitúen en el segmento más desfavorecido en esta inequidad.

Pero más allá de la relación entre la percepción de salud y la mortalidad, la Encuesta Nacional de Salud arroja un dato que nos ha parecido curioso porque creemos que ayuda a trazar una de las líneas de la fallida relación entre el sistema sanitario y una parte importante de las mujeres: la utilización de consultas de medicinas alternativas (nombre que no nos gusta nada, por cierto).


Mientras que las mujeres acuden al médico de familia entre un 10% y un 30% más que los hombres, la visita a consultas de medicina alternativa se sitúa en torno a un 100% más. Podríamos plantear dos hipótesis para explicar esto: 

  • Por un lado, las medicinas alternativas explotan con mayor intensidad aún que la medicina convencional el papel de la mujer como producto sanitario y agente de consumo. El concepto de "la mujer sana" se convierte en un producto que vender a base de apelar a falsas ilusiones de certeza ("sin efectos secundarios") y el fetiche de lo natural.
  • Por otro lado, la ciencia médica, como cuerpo de conocimiento y como práctica clínica, es profundamente androcéntrica (posiblemente el culmen del androcentrismo lo encontramos en aquellas patologías como el infarto agudo de miocardio, en las que se denomina como "presentación atípica" lo que es la presentación típica en las mujeres... esto es, ser mujer es lo "raro") y ha fracasado a la hora de dar respuesta a parte de las demandas -y necesidades- de las mujeres en materia de salud. Hemos generado una oferta de servicios que lejos de solucionar las demandas y necesidades existentes, relacionadas con los malestares de la vida, ha generado todo un mundo de demandas y necesidades en torno a productos mórbidos generados apriorísticamente. La diferencia entre la oferta de servicios/cuidados/acompañamientos/respuestas y la demanda para suplir necesidades es un campo enorme que aprovechan las medicinas alternativas para ofrecer otra cosa, cosa que escudándose en un cambio del marco epistemológico consigue adelantarnos por la derecha generando más mal que bien -a la par que contribuyendo a gran velocidad a la mercantilización de la salud y de las relaciones (pseudo)médico-paciente-.

Hemos normalizado la peor percepción de salud de las mujeres hasta un punto en el que no nos interpela directamente y cuando lo hace lo resolvemos apelando a esencializaciones rancias (que aluden, por lo general, a la condición de la mujer como ente psiquiatriforme y "dismorfosaludfóbico"). Una vez más, habrá que empezar por revisibilizar.

Aprovechando que hoy es día de recomendar libros, no podemos terminar sin recomendar uno que nos parece clave en asuntos de género, feminismos, reproducción y cuidados: "Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas", de Silvia Federici, donde podemos leer esta cita de Peter Linebaugh en The Magna Carta Manifesto:
"La reproducción precede a la producción social. Si tocas a las mujeres tocas la base".