Leíamos ayer un titular maravilloso en
el periódico El País: “Demasiado tarde para ser madre”.
Subtitulado, leíamos, “estas mujeres esperaron demasiado para
decidir ser madres y han tenido que renunciar al sueño de acunar a
su bebé”. Firmado por Carmen Pérez-Lanzac, en el texto leíamos
varios testimonios de mujeres que vieron frustrado su plan
reproductivo y testimonios de ginecólogos alertando de la disonancia
“aspecto juvenil-fertilidad conservada”.
Cuando en la redacción de Médico
Gótico terminamos de vomitar y tranquilizamos a los vecinos
explicando que los chillidos de terror obedecían a un enemigo
cotidiano y no a un riesgo de agresión inminente, decidimos escribir
un post acerca de por qué nos parece un espanto, de enfoque y de
discurso. Como materiales de apoyo os recomendamos encarecidamente
este texto, la primera parte de esta charla y este otro texto; mucho
mejores que lo nuestro. A lo Tarantino, no aportamos nada nuevo, sólo
te lo remezclamos.
Al lío. En “demasiado tarde para ser
madre” nos encontramos ante un Tremendo combo de: mistificación de
la maternidad, privatización de la infancia, exaltación de la
responsabilidad individual ante la vida cancelando el papel de las
condiciones de vida, solucionismo tecnológico, y en general,
filosofía thatcheriana de la existencia humana. Si te despiden de tu
empresa es porque no has sido suficientemente competitivo, si estás
en paro es porque no te has formado lo suficiente, si no eres dueña
de tu plan reproductivo es porque le has dado menos importancia de la
que tenía. Entona el mea culpa y avisa a las que te siguen para que
no caigan en el mismo error. ¡Pardilla!
De forma más explícita y violenta que
en otros temas, cuando unx habla de maternidad lo hace ante un
anfiteatro atestado de gente con las manos llenas de piedras, listas
para arrojar. Hay que hacer funanbulismo para no parecer “unx de
los brasas que genera el “ser padres hoy” y otro tipo de
publicaciones alienante-alarmistas” (SI NO ESTIMULAS SUFICIENTE EL
CEREBRO DE TU HIJO CON NUESTROS CARÍSIMOS PRODUCTOS AD HOC SERÁ TAN
PRINGADO COMO TÚ), o uno de los que se aferra a que “lo importante
para el niño es que el colecho y la lactancia duren lo más posible” [en un fascinante fenómeno exactamente igual de alienante-alarmista
que el anterior, pero fetichizando “lo natural” en vez de “lo
científico”; aunque de natural y científico haya bien poco en
ambos discursos]. También puede caer uno fácilmente en el “qué
bien ha llevado Juanita su embarazo” refiriéndose a que Juanita no
ha mencionado su embarazo ni una sola vez en sus círculos sociales;
siendo sin duda menos acaparador de tiempo pero igual de
normativizador en torno a qué debe o no debe ser la maternidad.
Cuando al hablar de un tema lo más probable es pifiarla, quizá es
que tanta piedra la está surtiendo alguien. El mismo alguien que se
ha adueñado del dicurso de qué ha de ser la maternidad, y la ha
puesto a su servicio. Sí, es el patriarcado y por extensión su
actual presentación neoliberal; si ya te lo sabes puedes ir a leer
otra cosa, pero hemos intentado contar otra vez cómo lo hace, a ver si gota a gota
horadamos el yugo.
La mistificación de la maternidad es
una de las patas del patriarcado. No sólo sirve para desfigurar el
feminismo de la diferencia [de hecho algunas, erróneamente, hemos defendido
el feminismo de la igualdad (aka promoción del neoliberalismo)
creyendo que el feminismo de la diferencia consistía precisamente en
eso hasta que han llegado Filósofa Frívola y otras muchas a
sacarnos de nuestro error]; también sirve para que la mitad del
trabajo que se realiza en el mundo no sea remunerado y ni tan
siquiera considerado trabajo. Los cuidados han de ser una vocación,
un misterio gozoso que ha de surgir desde la(s) dueña(s) del útero,
y han de ser férreos, individualizados, cargados de todo el poder
adquisitivo que uno tenga (tu bebé bien vale ese carrito de 1000€),
y además, han de ser a tiempo.
Cuenta Megan Erickson que en el
progresivo proceso de privatización de la infancia se ha escondido a
los niños detrás del mandato de consumo. En la otra parte de la
diada madre-hijx, también se ha escondido al sujeto detrás de la
“maternidad”. Y particularmente, se han escondido sus
circunstancias. Las circunstancias que han forzado a entregar los
años fértiles al IBEX y al “mercado laboral competitivo”. El
discurso social que, a la vez, describe la maternidad como “un
sueño”, uniformizándola, despojándola de subjetividad, anulando
que habrá tantas maternidades como madres haya. Adoctrinando.
Normativizando.
¿A qué nos referimos con
normatividad? Demuestra que eres tan válida como los hombres, se lo
debes a tus predecesoras que sí que vivían en un mundo machista, no
como tú; sé tu misma, sin ser estridente ni demasiado invisible,
estudia, oye, qué curioso que las mejores notas siempre son de
hombres ¿no?, pero tú estudia suficiente para colarte en ese grupo;
no acapares espacio en las conversaciones, sé dulce, no cojas lo
peor del género masculino, que parece que queréis la igualdad para
eructar en público; ten un aspecto natural, aunque sin bigote,
claro, viste bonito pero discreto, no seas frívola perdiendo el
tiempo en temas vacuos como la moda o maquillarte, realza tu belleza
pero sin provocar, no cuestiones las miradas que se te dedican,
agradece los piropos, sé tan competente como tus compañeros pero
sin histrionismos; en la sexualidad no seas una estrecha pero tampoco
seas zafia, cuando hagan comentarios obscenos pon una sonrisa suave,
para que vean que con el hombre adecuado eres capaz de satisfacer
todas sus fantasías pero por supuesto no lo harás con cualquiera;
evita los entornos exclusivamente femeninos porque tienden
indefectiblemente al marujeo, sabrás que tu conversación y tus
aficiones son interesantes cuando los hombres te incluyan en las
suyas; y después de todo esto, cuando por fin cumplas tu sueño y
seas mamá, haz lo mejor para tu niño, si es niña también, pero si
es niño mejor aún porque te librarás de aprenderte la canción de
frozen, sé una mamá modélica, ante todo joven, que no dé la lata
hablando de bebés pero que secretamente prefiera acunar a un bebé
entre sus brazos por encima de ninguna otra cosa en el mundo,
nosotros sabremos que es así, pero que no lo dices para no
aburrirnos, y estaremos orgullosos de ti.
La madre abnegada, que no coge bajas de madre [precioso anuncio en TV que espero os hayáis librado de ver, por
vuestro bien], que trabaja gratis, que entrega a su fuerza de
producción a Amancio Ortega a cambio de 900€ (por lo menos tiene
trabajo) y su fuerza de cuidado a su familia, gratis, claro, porque
es un sueño y no se cobra ni se cotiza por cumplir algo que se hace
por amor; esa madre abnegada a la que si no le da para hacer todo es
porque la muy pardilla no se ha organizado bien. Y si algo en todo
esto chirría, siempre podemos acudir a ginecólogos expertos a que
chequeen periódicamente nuestra reserva ovárica a ver si podemos
continuar más tiempo en esta carrera de ratas. Como quien para en
boxes para seguir corriendo.
Ojo, que por si no quedara
cristalinamente claro, respetamos por completo el deseo de todas las
mujeres que quieren ser madres, temprano, tarde, solas, acompañadas,
con tecnología o sin ella, consiguiendo serlo o quedándose en el
proceso, las respetamos a todas, igual que respetamos el derecho de
las que no quieren serlo. Lo que nos hace vomitar es el discurso
aparentemente inocente, comprensivo y empático que va cargado de
doctrina, de imposición, de elogio del neoliberalismo y de mandato
patriarcal. Y que cuando ambos entran en contradicción hace un triple mortal con pirueta para que al final la culpa sea de ella, por no haberse organizado. El discurso que te responsabiliza de las consecuencias de un
sistema que tú no has elegido y del que no te puedes salir.
Bonus track: archipiélago cuñad
3 comentarios:
Puedes asustar al individuo, como portador de un sentido de agencia, ya que no puedes agarrar de las orejas a los múltiples incentivos de mierda que nos hemos ido regalando. Clamar contra "LA SOCIEDAD diluye tanto las responsabilidades que nos acabamos sintiendo idiotas, y quizás por eso es un gesto demodé. Pero chapó, por todo.
Clap, clap, clap. Me ha encantado. :)
Genialérrimo :D ¡GRACIAS!
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