Tras un periodo de parón en el blog debido al periodo de adaptación a una nueva vida de la mayoría de los que conformamos esto, volvemos a la carga; aquí dejo una columna aparecida hoy en el periódico Público acompañando a un extenso artículo sobre el tema
Link del artículo
Tan antiguo como la medicina
Joan Ramón Laporte
La práctica de hacer creer a la gente que está enferma cuando en realidad está sana no es nueva. Es una de las estrategias usadas por algunos médicos para reforzar su posición social. Debe de ser tan vieja como la propia medicina, la cual, en formas diferentes según la cultura, ha sido y es una forma de poder -dominación sobre los demás- basada en la magia. Sólo que, en la actualidad, la magia se reviste de argumentos aparentemente científicos. La atención a la salud está cada día más impregnada de valores de mercado, y las funciones de cuidar, curar y rehabilitar han perdido la centralidad.
En la ópera L'elisir d'amore, cuando el mercachifle charlatán Dr. Dulcamara irrumpe en un ambiente campesino con "noticias de la capital", se dirige a su clientela con un "Escuchadme, escuchadme, rústicos", les presenta sus remedios curalotodo y acaba proclamando que la última moda es el mal de hígado, naturalmente con su correspondiente remedio.
La historia es vieja, un clásico. Las modas deben ser seguidas, so pena de no perder la condición de rústico. Los dictados del mercado deben ser obedecidos. Si el mal de hígado tuvo su momento de fama y gloria, ahora las principales amenazas para la salud son el colesterol, la osteoporosis, la tristeza, la soledad, la timidez, el luto, el complejo de Edipo, el niño revoltoso o inquieto, la impotencia masculina, la calvicie y, en general, cualquier causa de malestar. El malestar se medicaliza, sin mayor atención a sus causas. Todo ello con estrategias más o menos sutiles, más o menos sofisticadas, que Blech describe de manera magistral: publicación de artículos pseudocientíficos en revistas financiadas por la propia industria, campañas de concienciación de la población, programas de formación médica continuada desarrollados por las compañías farmacéuticas, congresos médicos, y publicidad y recomendaciones de comités de expertos (una mayoría de los cuales participa directamente en el negocio). Todo ello bajo la mirada distraída de políticos de unos Estados cada día más impotentes ante los mercados.
Extracto del prólogo de Los inventores de enfermedades
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Tan antiguo como la medicina
Joan Ramón Laporte
La práctica de hacer creer a la gente que está enferma cuando en realidad está sana no es nueva. Es una de las estrategias usadas por algunos médicos para reforzar su posición social. Debe de ser tan vieja como la propia medicina, la cual, en formas diferentes según la cultura, ha sido y es una forma de poder -dominación sobre los demás- basada en la magia. Sólo que, en la actualidad, la magia se reviste de argumentos aparentemente científicos. La atención a la salud está cada día más impregnada de valores de mercado, y las funciones de cuidar, curar y rehabilitar han perdido la centralidad.
En la ópera L'elisir d'amore, cuando el mercachifle charlatán Dr. Dulcamara irrumpe en un ambiente campesino con "noticias de la capital", se dirige a su clientela con un "Escuchadme, escuchadme, rústicos", les presenta sus remedios curalotodo y acaba proclamando que la última moda es el mal de hígado, naturalmente con su correspondiente remedio.
La historia es vieja, un clásico. Las modas deben ser seguidas, so pena de no perder la condición de rústico. Los dictados del mercado deben ser obedecidos. Si el mal de hígado tuvo su momento de fama y gloria, ahora las principales amenazas para la salud son el colesterol, la osteoporosis, la tristeza, la soledad, la timidez, el luto, el complejo de Edipo, el niño revoltoso o inquieto, la impotencia masculina, la calvicie y, en general, cualquier causa de malestar. El malestar se medicaliza, sin mayor atención a sus causas. Todo ello con estrategias más o menos sutiles, más o menos sofisticadas, que Blech describe de manera magistral: publicación de artículos pseudocientíficos en revistas financiadas por la propia industria, campañas de concienciación de la población, programas de formación médica continuada desarrollados por las compañías farmacéuticas, congresos médicos, y publicidad y recomendaciones de comités de expertos (una mayoría de los cuales participa directamente en el negocio). Todo ello bajo la mirada distraída de políticos de unos Estados cada día más impotentes ante los mercados.
Extracto del prólogo de Los inventores de enfermedades
4 comentarios:
Sé que es muy osado, pero yo anadiría la fibromialgia a la lista.
Basado en la escasa experiencia personal.
¿Os acordáis del anuncio ese que decía "este monumento en Valencia celebra que existen vacunas para el Cáncer de cérvix. Pregunta a tu ginecólogo"?
¿Lo quitaron por hacer publicidad de medicamento con receta? Es que no lo recuerdo...
En cualquier caso, no dejó de indignarme
parón? y mis intervenciones? es que mi dinero no vale xD
emilienko, en el blog de paco traver, linkado desde esta playa, tiene un artículo que le interesará leer, del 22 de diciembre de 2007.
Un tema importante el de la "sobremedicación", y digo sobremedicación porque no es lo mismo prescribir sin indicación que "hacer creer a la gente que está enferma cuando en realidad está sana" y menos "para reforzar su posición social".
Estoy muy de acuerdo en que se prescriben muchos fármacos sin ser necesarios y/o habiendo otros mucho más baratos y cuando menos igual de efectivos. Esto creo que pasa por un desconocimiento o conocimiento erróneo de las indicaciones, no por la mala voluntad del médico. La gran mayoría de los médicos prescribimos con la mejor voluntad y con el fin de mejorar la salud y calidad de vida de los pacientes.
Como el mismo autor del este artículo dice en una entrevista en el año 2005 en la Voz de Asturias, "propongo un sistema de información sobre medicamentos que sea independiente y un sistema de formación continuada de los médicos al margen de la industria".
La prescripción apropiada tiene lugar con unas guías clínicas y protocolos independientes, así como con la experiencia clínica del médico. Aquellas prescripciones que se desvían de esto, son inapropiadas y los juicios de valor sobre las mismas hay que interpretarlos con cuidado y sin generalizar.
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