No sabemos manejar la incertidumbre, y menos en temas de salud. No queremos que nuestro bienestar sea un concepto abstracto no cuantificable, y mucho menos nuestra enfermedad. Quiero saber si estoy malo (SI/NO) y si lo estoy, quiero saber cúanto (0/2/4/6/...). Esto hace que tanto médico como paciente busque la certidumbre detrás de lo menos inexacto que conocemos: los números.
Actualmente las consultas de Atención Primaria (y las de cualquier especialidad médica en general) están plagadas de parámetros numéricos: tensión arterial, colesterol ("bueno" y "malo"), ácido úrico, frecuencia cardiaca, eritrocitos, hemoglobina, densidad mineral ósea, peso,... Y día a día vamos convirtiendo (degenerando) el concepto de "Salud" en un equilibrio numérico que atiende más a razones matemáticas que a variables de calidad de vida. Subimos el diurético para bajar un poquito más la tensión, bajamos el betabloqueante porque late muy despacito, tiene que hacer más ejercicio porque tiene el colesterol bueno un poquito por encima de la cifra estándar, mandamos fármacos nada inócuos porque en la densitometría le han dicho a tal paciente que tiene los huesos ocn menos calcio de la cuenta,...
Convertimos la salud y la enfermedad en matemática porque no sabemos hacer otra cosa (ni médicos ni pacientes). Es más fácil creer que controlamos a un paciente diabético mirando su cifra de Hemoglobina glicosilada que preguntándole concienzudamente por su día a día dietético y de ejercicio. Los números en ocasiones traducen otro tipo de conductas, pero poco a poco los números van convirtiéndose en "el objetivo", son nuestra meta.
el tema da para largo, pero como toma de contacto tras el abandono vacacional del blog no está mal...vuelta a la actividad.
Actualmente las consultas de Atención Primaria (y las de cualquier especialidad médica en general) están plagadas de parámetros numéricos: tensión arterial, colesterol ("bueno" y "malo"), ácido úrico, frecuencia cardiaca, eritrocitos, hemoglobina, densidad mineral ósea, peso,... Y día a día vamos convirtiendo (degenerando) el concepto de "Salud" en un equilibrio numérico que atiende más a razones matemáticas que a variables de calidad de vida. Subimos el diurético para bajar un poquito más la tensión, bajamos el betabloqueante porque late muy despacito, tiene que hacer más ejercicio porque tiene el colesterol bueno un poquito por encima de la cifra estándar, mandamos fármacos nada inócuos porque en la densitometría le han dicho a tal paciente que tiene los huesos ocn menos calcio de la cuenta,...
Convertimos la salud y la enfermedad en matemática porque no sabemos hacer otra cosa (ni médicos ni pacientes). Es más fácil creer que controlamos a un paciente diabético mirando su cifra de Hemoglobina glicosilada que preguntándole concienzudamente por su día a día dietético y de ejercicio. Los números en ocasiones traducen otro tipo de conductas, pero poco a poco los números van convirtiéndose en "el objetivo", son nuestra meta.
el tema da para largo, pero como toma de contacto tras el abandono vacacional del blog no está mal...vuelta a la actividad.
1 comentario:
Hace poco comenté algo parecido en otro blog.
Lo importante en todo este follón de resultados diagnósticos que armamos hoy en día en muchos pacientes no son los resultados propiamente dichos, sino el propio paciente.
Los números son buenos, son útiles, los necesitamos. Los algoritmos terapéuticos basados en dichos números también son buenos (o por lo menos han demostrado algún tipo de utilidad estadística).
Pero eso no significa que haya que aplicarlos al 100% de pacientes, porque siempre hay excepciones (y no sólo debido a causas fisiológicas, sino también sociales o personales).
Pero si un algoritmo o un número resultado de una prueba diagnóstica acaba siendo útil para orientar el 90% de los casos, bendito sea.
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