[Con intención de reactivar la economía y la marca España andamos en reformas. Disculpen si le desahuciamos, expropiamos o simplemente le jodemos. Mientras seguiremos hablando..]

13.2.12

Testigos privilegiados de vida y muerte

El médico es el familiar de la muerte. Cuando llamamos a un médico le pedimos que nos cure y alivie nuestro sufrimiento, pero si no puede curarnos también le pedimos que sea testigo de nuestra muerte. El valor del testigo es que ya vio morir a muchos otros [...]. Es el intermediario viviente entre nosotros y los innumerables muertos. Está con nosotros y estuvo con ellos, y el consuelo difícil pero real que los muertos ofrecen por su intermedio es el de la fraternidad.

Éste es un fragmento del libro Un hombre afortunado de John Berger, que a su vez es citado por Iona Heath en su libro Ayudar a morir. Ambos libros han sido recomendados en este blog en múltiples ocasiones, principalmente porque dibujan el terreno en el que deberíamos desenvolvernos como médicos (y en el que la sociedad debería buscarnos), más allá de fascinaciones tecnológicas o perversión por incentivos.

Esta búsqueda en el médico de un testimonio de diversas experiencias me hace plantearme si el hecho de que la mayoría de los médicos provengan de clases socioeconómicas media/media-alta no supone un obstáculo para la comprensión, asimilación y conversión en cuidados/acompañamientos de ciertas experiencias vitales que, por lejanas, pueden a veces resultar difíciles de comprender.

Ante este planteamiento, Iona Heath comentaba el pasado viernes en un seminario al que pude asistir en la Escuela Andaluza de Salud Pública, que el médico debe incorporar las experiencias ajenas a su aprendizaje diario desde el primer momento en el que se sienta en una consulta, intentando salvar el abismo que separa nuestra realidad de la realidad de muchos de nuestros pacientes [y ante la cual no cabe más que un ejercicio de relativismo para acercar posturas].

Sigamos siendo testigos, sigamos aprendiendo, sigamos caminando. 

2 comentarios:

Dr. Bonis dijo...

Que gran verdad! (y qué gran libro el de Berger... especialmente el capítulo sobre el matrimonio de toda la vida con la mujer que tenía pene).

La medicina de familia no es un reto intelectual, es un reto humano.

Paula dijo...

No puedo estar más de acuerdo. ¿Cuántos sois los que pensáis así? ¿Cuántos podréis llegar a ser? ¿Cuántos más mientras que escribo esto? Soy más de letras que de ciencias naturales, pero confío cada vez más en la progresión geométrica de la propagación de las grandes ideas, y esta lo es.

También estoy totalmente de acuerdo con Dr. Bonis.

Un saludo a ambos.