Hace dos años publicamos un texto titulado "El síndrome post-aborto: una mentira repetida mil veces..."; hoy queremos compartir las conclusiones de un texto publicado en Social Science & Medicine por Kimberly Kelly [enlace al texto completo en dropbox]:
No es algo nuevo que los criterios sociales sobrepasen a la evidencia científica en debates sobre condiciones médicas. Sin embargo, en el caso del síndrome post-aborto (SPA), las proclamas sociales y los estereotipos de género han desbordado una evidencia procedente de la investigación científica que, directamente, contradecía su existencia. Las conclusiones de organizaciones profesionales con credibilidad se han visto burladas por los activistas antiabortistas evangélicos. Las proclamas acerca de la naturaleza innata de la mujer, que dibujan ciertos estereotipos de género, aún resuenan de forma importante en la población estadounidense de modo que el síndrome post-aborto aparece como legítimo. Las reivindicaciones en torno al síndrome post-aborto, en la medida en que son tomadas en serio por las personas que elaboran las políticas, aparecen como la respuesta de los activistas antiabortistas frente al problema del aborto y justifican políticas que buscan fortalecer roles de género tradicionales. Los defensores de la existencia del síndrome post-aborto afirman ayudar a las mujeres que han abortado o a las que están considerando abortar; pero también están tratando de convencer a las mujeres que han abortado de que están sufriendo serios trastornos psicológicos a la vez que les prescriben consejo cristiano aficionado -no el trato profesional que sería lo recomendado para abordar un caso de síndrome de estrés post-traumático u otras formas establecidas de trauma-. Los consejeros aficionados de los grupos de apoyo al síndrome post-aborto no tienen ninguna cualificación o credenciales para llevar a cabo los diagnósticos que realizan, simplemente son activistas de los centros de emergencias relacionadas con el embarazo o investigadores de la industria relacionada con el síndrome post-aborto -que tampoco son médicos ni psicólogos-, no estando cualificados para emitir diagnósticos médicos.El artículo es muy interesante y dibuja una realidad que podemos extrapolar a diversos países. Frente a la defensa de unos derechos reproductivos se plantea el uso de la ciencia como victimización de la mujer y negación de su capacidad de decisión. El cuerpo de la mujer como campo de batalla, con la religión y la pseudociencia aliándose en su contra.
Las mujeres que están considerando someterse a un aborto están recibiendo información incorrecta e inapropiada acerca de los riesgos psicológicos del aborto, vulnerándose su derecho y capacidad a la toma de decisiones reproductivas informadas. Las visiones esencialistas de género planteadas por los defensores de la existencia del síndrome post-aborto les llevan a defender políticas paternalistas en materia de aborto que afirman "proteger" a la mujer de sus propias decisiones. De este modo, la certeza mostrada por activistas, investigadores defensores del síndrome post-aborto y elaboradores de políticas en relación con las demandas de reconocimiento del síndrome post-aborto no parten de información científica o evidencia confiable, sino de fervor moral y religioso. Mientras que los defensores de la existencia del síndrome post-aborto se alzan para conseguir sus objetivos políticos consistentes en limitar o eliminar el derecho al aborto, las mujeres se encuentran en un riesgo real de perder su autonomía reproductiva. Lo que los antiabortistas no han podido obtener con argumentos religiosos centrados en el feto, pretenden lograrlo con pseudociencia engañosa.
1 comentario:
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