Y un año después habló.
Ayer Ana Mato, la ministra de sanidad, compareció en la Comisión de Sanidad del Congreso para decir que todo lo que habían hecho había sido maravilloso a la vez que decía que no querrían haberlo hecho y que todo era culpa del gobierno anterior...
Pero más allá de que lo dicho fuera previsible, llama la atención una afirmación:
Ayer Ana Mato, la ministra de sanidad, compareció en la Comisión de Sanidad del Congreso para decir que todo lo que habían hecho había sido maravilloso a la vez que decía que no querrían haberlo hecho y que todo era culpa del gobierno anterior...
Pero más allá de que lo dicho fuera previsible, llama la atención una afirmación:
Y es que Ana Mato no deja pasar una oportunidad para mostrar que, científicamente (ya sean ciencias sociales o experimentales), es una profunda analfabeta. ¿Por qué hacemos esta afirmación?
Por un lado, porque aunque políticamente pueda buscar la frase tajante, la simplificación de problemas complejos es un insulto para la población, especialmente si se trata de temas de salud; pero especialmente porque la bibliografía sobre los efectos de los copagos en el consumo de medicamentos es abundante y contradice la frase de la ministra.
Uno de los artículos más claros al respecto es el que publicaron Goldman, Joyce y Zheng en JAMA en el año 2007, titulado "Prescription drug cost sharing" [enlace al texto completo]. En el texto podemos observar cómo se afirma que incrementos en los copagos de medicamentos se han asociado con una disminución de la toma de los mismos; estiman que un incremento del 10% en el precio redunda en una disminución entre el 2% y el 6% del gasto en medicamentos de prescripción.
Por otro lado, en el artículo de Tamblyn et al publicado también en JAMA bajo el título de "Adverse events associated with prescription drug cost-sharing among poor and elderly persons" [enlace al texto completo] se afirma que el incremento del copago en medicamentos en personas mayores se asocia con una disminución de la toma de medicamentos fundamentales para el tratamiento de dichos pacientes, un incremento de la aparición de eventos adversos (por cese de la toma de medicación) y un aumento de las visitas a los dispositivos de urgencias.
Las medidas en materia de medicamentos las hemos comentado en este blog (especialmente en el artículo "Sacando medicamentos de la financiación pública sin ton ni son") y en un reciente editorial de la revista AMF. Si tomamos unas medidas más-que-imperfectas en un contexto de crisis económica y destrucción de las redes de protección social, es lógico pensar que los efectos que hemos comentado previamente se hagan más evidentes.
Si uno quiere nadar argumentalmente contra la corriente establecida por la evidencia empírica, lo mejor es que lo haga cargado de datos, no de eslóganes.
Algo de bibliografía:
2. Tamblyn R et al. Adverse events associated with prescription drug cost-sharing among poor and elderly persons. JAMA 2001;285(4). [enlace]
3. Padilla J. Desbarajuste farmacológico (editorial). AMF 2012;8(9):482-3. [enlace]
4. Stuart B, Grana J. Ability to pay and the decision to medicate. Med Care 1998;36(2):202-11 [enlace]