En los últimos días varios medios de comunicación se han hecho eco de una iniciativa llevada a cabo por un colectivo de farmacéuticxs para hacer masa crítica contra la presencia de la homeopatía en el desempeño de la profesión farmacéutica, y muy especialmente contra su presencia en el arsenal comercial (¿y terapéutico?) de las oficinas de farmacia. Han emitido un comunicado (con recogida de firmas) donde se hacen varias propuestas en torno al apoyo de sociedades científicas e instituciones varias a la homeopatía, su presencia en los Colegios Oficiales de Farmacéuticos o, como hemos comentado, la salida de la homeopatía de las oficinas de farmacia.
Estamos de acuerdo con estas reivindicaciones y las que versan sobre aspectos institucionales serían extrapolables a las organizaciones médicas (podríamos ahondar en qué ocurre con los productos que no son homeopáticos pero que tampoco sirven para nada y que sí tienen el sello de "medicamento" en toda regla); sin embargo (ese "pero" tan esperado en medio de algunas frases) creemos que el techo de cristal de esta iniciativa es tremendamente bajo, porque es imposible llevar a cabo una salida de los productos sin evidencia científica de las oficinas de farmacia sin replantear por completo el modelo de ordenación farmacéutica.
Las oficinas de farmacia tienen un modelo de negocio (sí, de negocio) en el cual la venta de medicamentos de prescripción médica siempre ha jugado el papel de estabilizador del negocio (especialmente en la época de aumento desaforado del gasto farmacéutico ambulatorio y cuando el retraso en los pagos a las oficinas de farmacia no suponía el lastre de los últimos años) y la venta de exposición relacionada con medicamentos no sujetos a prescripción, productos cosméticos, analíticas capilares de dudosa (ninguna) utilidad y productos homeopáticos/"""alternativos"""/una-mezcla-heterogénea-de-cosas que desempeña un importante factor de incremento de ingresos no tan dependientes de la prescripción médica aunque siempre se pueda utilizar la interacción usuario-oficina de farmacia a partir de una receta bajo prescripción para vehiculizar otro tipo de demandas.
Nosotrxs creemos que la oficina de farmacia ha de ser más un espacio generador de salud que generador de consumo, y que la sostenibilidad económica de las mismas deba garantizarse (especialmente en aquellas regiones en las que las oficinas de farmacia no son sostenibles con el actual modelo de negocio: pueblos pequeños, principalmente) así como se debe garantizar la sostenibilidad de cualquier centro sanitario. Lo que creemos es que no es compatible pensar que la oficina de farmacia pueda per/sub-sistir si no es mediante la venta de productos de dudosa (o ninguna) utilidad terapéutica y generando demanda (que no necesidad) de consumo en el ámbito de la salud.
En los últimos años han aumentando las iniciativas procedentes de Colegios Oficiales de Farmacéuticos y Sociedades Científicas de Farmacia relacionadas con la prestación de servicios de atención farmacéutica dentro de las oficinas de farmacia, especialmente en el ámbito de la polimedicación y las patologías crónicas. Que las oficinas de farmacia desempeñen un papel en la atención del paciente crónico que acude periódicamente a ellas a por medicación parece lógico y puede suponer una oportunidad de contribuir a mejorar la efectividad y la seguridad de los tratamientos, sin embargo, ¿es esto posible en un sistema repleto de incentivos para que la atención introduzca nuevos productos en el consumo del usuario? ¿es esto posible en unos lugares orientados a incrementar los metros cuadrados de exposición comercial para rellenarlos de productos que poco o nada han probado en lo que a mejorar la salud de quienes los consumen se refiere?
Nos avergüenza entrar en oficinas de farmacia y que el/la farmacéuticx nos ofrezca homeopatía para la migraña (been there) como tratamiento alternativo/sustitutivo "y con menos efectos secundarios", pero creemos que o se plantean modelos alternativos de ordenación farmacéutica o es simplemente imposible que se generalicen posturas que defiendan la conversión de las oficinas de farmacia en "zonas libres de pseudociencia".