[Texto de Juan Cervera, médico de familia y ahora currando de urgenciólogo en Reino Unido.]
No saber vivir sin drogarse de
una manera que ello afecte perjudicialmente a cualquiera de los ámbitos
bio-psico-social del ser humano, es la base del no saber "no
drogarse" que me planteaba un amigo el otro día a raíz del estudio de Juan
Moros; o lo que es lo mismo, la descripción del “drogarse mal”. Me explico, el
problema no es drogarse o no drogarse, la diferencia radica en el uso que
hacemos de la droga, en cómo gestionamos los tiempos y los efectos de ésta en
relación a nuestra vida.
Hay evidencias del uso de
sustancias psicoactivas desde hace más de 15 mil años, mucho tiempo antes que los sistemas de leyes escritas que miles de años después derivación en su
prohibición. Y su descubrimiento y uso se considera parte integral del
proceso de hominización. Su mala fama es debida al abuso/mal uso de la moderna
“sociedad de la adicción”, así como a la política y la propaganda de los
gobiernos en su contra.
Los Homo sapiens sapiens nos drogamos, y es raro encontrar hoy día al
individuo que no consume drogas casi a diario, sin ser ello dañino. Muchos
toman un café o té por las mañanas, a veces un ibuprofeno para el dolor de
cabeza, una pastilla para dormir en el avión, una botella de vino para lubricar
una cita, o un porro a medias después del coito; y ello no es prejudicial para
la salud.
Sin embargo no es infrecuente
la cefalea crónica por abuso de analgésicos, estas personas convirtieron el
paracetamol y el nototil en su droga de abuso (o lo que es lo mismo de "mal
uso"), es lo que mi amigo llamaba "no saber no drogarse". En vez
de usarla como sustancia que alivie su dolor, lo toman abusivamente y ello
genera daños que acaban afectando a los tres pilares de la salud que describe
la OMS y mencioné anteriormente. Esta persona pasa a ser una enferma por abuso
de sustancias y necesita tratamiento y apoyo, no necesita multas, ni cárcel, ni
castigo ni marginalización. Esto lo podemos extrapolar al éxtasis o a la
cocaína, al tabaco o al alcohol.
No hay nada malo en tomar
sustancias que interactúen con tu psique, consciencia, organismo o percepción,
pero sí hay que reconocer que tiene sus riesgos (como conducir o comer
hamburguesas del McDonalds). La cantidad, la frecuencia, los efectos y los
momentos son los principales factores a tener en cuenta, donde debemos educar a
la población para disminuir riesgos, como se hace con la educación vial o la
educación física-nutricional. Si el detrimento de alguno de estos valores
genera daño en el triángulo organismo-mente-entorno, lo estás haciendo mal. Si
por el contrario genera beneficio, placer, conocimiento o alivio y ello se explaya
temporalmente más allá de la duración de los efectos de la sustancia, lo estás
haciendo bien.
La política de “Guerra contra
las drogas” la inició EEUU en 1920 con la “Ley seca” prohibiendo el consumo,
venta y producción de alcohol, y poniendo la alfombra roja a la clandestinidad,
el mercado negro, la delincuencia, y la Mafia: Al Capone. Desde entonces el gasto en la guerra contra las drogas
no ha dejado de crecer, mientras que el consumo de psicoactivos a escala
mundial se mantiene constante desde hace décadas.
La inversión de los gobiernos
en políticas “anti-droga” solo es superada por el crecimiento de la corrupción
y la delincuencia asociada a su elaboración y venta, así como de la tecnología
y armamento destinado a su tráfico internacional. Las bandas organizadas
disparan la criminalidad por todo el mundo y los grupos armados asociados a la
producción y distribución de droga a nivel mundial, convierten países enteros
en “territorio comanche” donde la vida del ciudadano de a pie está amenazada
y/o coaccionada, encontrándose la población entre la espada y la pared, entre
la DEA y el cartel.
En muchos casos los beneficios
del trafico de drogas subvencionan grupos terroristas directa o indirectamente
y otras acciones criminales como la trata de personas o el tráfico de armas. La
ilegalización del consumo y la venta al pormenor genera criminales y marginados
sociales que son un gasto socioeconómico y sobre todo humano inabordable para
la sociedad actual. Según el historiador Alfred McCoy:
“La represión produce una caída en los
suministros y eso aumenta el precio, estimulando la producción en el mundo
entero”, y su venta con fines lucrativos, añadiría yo; dinero fácil que
fácilmente puede arruinar tu vida con las leyes imperantes.
Tengo la impresión de
que algo está cambiando en relación a las sustancias psicoactivas. Aunque le esté
costando arrancar, ya se ha vuelto a investigar en universidades de EEUU con MDMA para tratar el trastorno de stress
post-traumático, y la FDA ha autorizado estudios con psilocibina para abordar la ansiedad y depresión en los estados
finales de la vida, así como para afrontar el dolor físico. Existen grupos
científicos compuestos por médicos, psicólogos, sociólogos y antropólogos,
entre otros técnicos y profesionales que defienden un abordaje diferente de las
drogas a nivel personal, social, institucional e internacional. Pero sobre todo
existen individuos y organizaciones (Energy Control) que promocionan la salud
ante el consumo de sustancias recreativas, disminuyendo riesgos, alentando un
uso responsable y creando alarmas ante sustancias perjudiciales que aparecen en
el cardinal mercado de la droga: la calle (creo que Silk Road y la deep web
merecen un capítulo aparte por lo delicado del tema y su peso en el presente y
el futuro de la venta de sustancias psicoactivas).
No será fácil cambiar patrones y conceptos tan enraizados
durante las últimas décadas, pero es nuestro menester informar y generar un
pensamiento crítico ante algo tan inherente a la condición humana, y desde mi
punto de vista, lo mire por dónde lo mire, tan mal gestionado.
Recomiendo leer este artículo sobre el estudio de Juan Moros,
y especialmente el libro The Natural Mind: A Revolutionary Approach to the DrugProblem de Andrew Weil. Para este texto se ha recurrido a información en la weboficial de Energy Control y en la de United Nations Office of Drugs and Crime, así como leído diferentes blogs y artículos científicos y no
científicos para contrastar información y fundamentar ideas y conceptos.