Inocente (y no tan pérfida como quisiera) de mí, yo pensaba que cuando un psiquiatra era bueno (muy bueno), podía explorar al paciente no-psicótico hasta hallar una serie de teclas* que, correctamente pulsadas, podían permitir al acusado evolucionar a una pantalla nueva o más bien una pantalla diferente desde la que o reiniciarse o continuar avanzando en el videojuego personal, resolviendo el (at)asco previo. Obviamente pensaba que tal habilidad requería una maestría fuera del alcance de un residente y puede que de muchos jugadores titulares.
Pero que existían las teclas y existía la combinación pulsable, se llegara o no a encontrar.
Tras tres meses visitando esa trinchera llamada (t)urgencia (y no porque no haya visto hacer magia, que lo he visto, con estos güeyos feúchos) quizá haya abjurado de tal religión y abrazado la taza del váter de una nueva. Para entender ésta, mi nueva chorrada, es preciso partir de uno de los pacientes más comunes de este frente**, aquel al que la teoría dice que hay que hacer “retirada de atención”, que no hay que entrar en su dinámica pitiática (pulsa aquí si no conoces ese término), al que perjudicas si alimentas su buaambulancia vital, el paciente con el enésimo gesto autolítico, el que achaca a todos los demás la culpa de lo mal que se siente desde hace tanto tiempo que no recuerda, el que te culpa a ti de no interesarte lo que le ocurre (sin precisar corroborarlo); el paciente al que se aplica la infalible cronoterapia con excelente resultado, ese paciente
Lo cierto es que es cierto (salvo mágicas excepciones, e insisto, las hay) que eso es lo mejor que podemos hacer. Algunos de esos pacientes te hastían; por definición sientes que te quitan tiempo de aquellos que te resulta evidente e inevitable pensar que están más graves (los psicóticos, los maniacos, aquellos que todo psiquiatra quiere en sus guardias); algunos exacerban eso que los sabios llaman contratransferencia; en otros echas el resto sacando aquello de ti que crees puede parecerse a lo que atraviesan y lo usas para acercarte a ellos y tratar siquiera sólo de tocarles (hola, estoy aquí contigo, bajo esta campana) y ellos te rechazan con sorna y entonces les odias con todas tus fuerzas. Ante esos pacientes estás tú, como individuo imperfecto, y tu imperfección natural te impide hallar nada de forma limpia, suficiente como para poder usarla.
Pártase entonces de que el paciente es gilipollas, y el psiquiatra por definición también, y no es su función ayudar al paciente sino que supone una pantalla más en el videojuego propio, camino de pasar al nivel “pues ni con estos imbéciles me arreglo”. No se confunda esto con la corriente antipsiquiátrica de la que, a mis tres meses de edad, aún reniego, pues no considero que sea nuestra función (ni lo pretendamos), imponer nuestro criterio de normalidad como tiende a creer la gente que no ha visto nunca a uno de nuestros enfermos graves.
Partiendo de la desconcertante sensación de que la comunidad de Madrid me paga por ser gilipollas y ejercer como tal,
Y si existe, quién puede verla y quién puede manejarla. Otra opción sería descreer de los infiernos personales aunque por ahora (dadme tiempo) me niegue a pensar que éstos difieren en naturaleza de la descrita en nuestro aforismo favorito sobre el dolor.
Y esto nos lleva de nuevo al siempre presente concepto "pero aquí quién se encarga de la psiquiatría de masas". Pero eso queda para otros
*por aquí entronca un próximo post acerca de “por qué no podría tratar a un familiar o amigo de cualquier cosa psiquiátrica que no sea una psicosis”.
**para próximos posts, “por qué algunos no entendemos el ambiente de enemistad en el hospital por colectivos “el enemigo es la enfermería o los pacientes o los familiares”, o "por qué mi concepto de batalla es contra la realidad (y las guardias de 0 pacientes), y tu puta opinión me da igual, puta”
2 comentarios:
Sublime...
...un paciente maniaco debería pasar una vez en la vida por los días de cada ser humano (fetillos bisemanales included)... Tan cuestionador sobre lo normal, lo no normal, lo hipernormal, lo subnormal,...
> “lugar de esparcimiento para gilipollas como usted”
Podría ponerse un cartel con ese lema en la entrada de los centros comerciales, algo así como un "Arbeit macth frei" neoliberal.
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