y tampoco dientes; sobrevivían a la tarde gracias a la metadona que les daban por la mañana en el "metabús". Compraban, vendían, consumían y, sobre todo, desaparecían. Invisibles a mis ojos. Más de uno de cada mil habitantes enganchado a esa mierda para no estar enganchado a la otra mierda peor y todos invisibles a mis ojos.
Casi todos hombres, casi todos delgados, casi todos autóctonos (en los '80 el rollito inmigrante aún no estaba de moda), en la cuarentena (de edad), sin trabajo (y los que trabajaban, lo hacían de guardia de seguridad -paradójico, sí-). Invisibles.
Entre los primeros 5 que nos visitaron no sumaban una dentición completa; ni siquiera de leche.
Dudo que ninguno tuviera twitter. Dudo que ninguno leyera blogs. Son yonkis -1.0, sin glamour. Si no te picas la vena con un botón debajo donde poner "me gusta" es más fácil que caigas en el olvido.
Ellos no tenían dientes. Ni twitter. Ni falta que les hacía. Por no tener, no nos tenían ni a nosotros de su lado.
Activistas de retaguardia. Para abrir los ojos ante la (compleja) realidad sanitaria (y socioeconómica) de nuestro entorno cercano (y no tanto).
[Con intención de reactivar la economía y la marca España andamos en reformas. Disculpen si le desahuciamos, expropiamos o simplemente le jodemos. Mientras seguiremos hablando..]
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