[Con intención de reactivar la economía y la marca España andamos en reformas. Disculpen si le desahuciamos, expropiamos o simplemente le jodemos. Mientras seguiremos hablando..]
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8.12.11

A la búsqueda del cliente involuntario.

Hace justamente un mes, en la XV Feria de Muestras-digo perdón, XV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría su presidente, Jerónimo Saiz, abogaba por el uso de palmitato de paliperidona (distribuida como Xeplion) en el Tratamiento Ambulatorio Involuntario (TAI). Desde entonces se han producido varias respuestas institucionales espantadas.

El concepto de TAI ha levantado ampollas históricamente, siendo defendido y rebatido profundamente desde diversos sectores. Uno podría entender la demanda de ciertas asociaciones de familiares que han pedido tradicionalmente su instauración, como se puede comprender también que no deja de suponer una violación de los derechos humanos que un loco por muy loco que sea sigue teniendo. Como casi siempre en la vida, en cualquier caso, uno puede tratar de resolver sus dudas en la Cochrane . De lo que vienen siendo las implicaciones morales del TAI no voy a hablar ahora, uno porque han corrido ríos de tinta al respecto, y otra porque en postpsiquiatría lo han resumido perfectísimamente.

De todo este turbio asunto con Saiz a la cabeza hay un matiz que en médicocátaro nos preocupa especialmente. De la práctica habitual de convertir los congresos en ferias de muestras (valdecasas dixit) y de la deriva de la función de las sociedades científicas, cada vez menos científicas y más marketing de la industria farmacéutica (o diagnóstica) no vamos a hablar hoy (como tampoco hablaríamos de los genitales de nacho vidal, amparándonos en el clásico: “qué podríamos decir que no se haya dicho ya”).

Sin embargo este publirreportaje en la SEP tiene una trampa algo más perversa de lo habitual. Si janssen consigue colocar el palmitato de paliperidona como fármaco de primera elección entre los inyectables, cosa de la que va camino, y en efecto se implanta el TAI, disfrutarán de la delicia de cualquier empresa: no es que tu cliente escoja el producto, es que le obligan a adquirirlo. Vale que en sanidad los conceptos cliente-pagador-usuario-prescriptor se difuminan y confunden, pero no creo que las arcas del laboratorio se líen en absoluto. Resumiendo, lentejas marca Xeplion por orden judicial. Defécate, ave psitácida.

Lo cual nos lleva a.

A veces uno se pone distópico y piensa que en estos tiempos de refundación del capitalismo digo pulverizatio del estado de bienestar se vislumbra ya la dinámica de las próximas décadas o siglos: la pelea no va a estar en defender los cada vez más difuminados derechos fundamentales sino en afinar los derechos de los consumidores y actuar desde ahí (al fin y al cabo algo así se esconde tras las políticas de boicot a empresas concretas, Noria-like, que puestos a lo malo, ni tan mal). Si es ahí donde nos encaminamos me sé de unos que se lo están montando de puta madre. Porque, querido ciudadano enloquecido, ni creemos que pueda usted ampararse en sus derechos individuales (mundo anglosajón-like, que manda narices) para negarse a ser medicado ad æternum ni parece que vaya a tener posibilidad de escoger con qué, dadas las artimañas pseudocientíficas utilizadas para colocarlo como mejor opción, pese a no haber comparado dicho fármaco con ningún otro inyectable (exclusivamente una no-inferioridad a risperidona, de superioridad no hablemos). Se podría haber comparado, por ejemplo, con uno de los que cuesta 40 veces menos, diferencia presupuestaria con la cual quizá puedas organizar un sistema comunitario gracias al cual no necesites obligar a la gente a pincharse, sino que favorezcas que lo hagan voluntariamente. La típica tonteriíta, vamos. Si Basaglia levantara la cabeza os ponía a cavar zanjas, así te lo digo.

Aunque en verdad, tampoco hay que preocuparse demasiado, ya que este nuevo sistema está francamente bien autorregulado: antes o después a Xeplion se le acabará la patente, y nadie promoverá su aplicación forzosa, sino la aplicación de otro. (En otro capítulo podríamos hablar de qué harán cuando se les acaben las combinaciones fonéticas para nombres de fantasía. Quizá implosionen y sea el comienzo de otra era. Probablemente igual que esta, solo que un poquito peor).

En resumen. El TAI ya nos horrorizaba de antes. La putrefacción de las sociedades científicas también, pese a lo cual tratamos de infiltrarnos en algunas ellas para abogar por la independencia (suspiro). La perversión de los ensayos clínicos también nos horrorizaba de antes. Nada nuevo bajo la enana marrón. Pero ver las tres cosas articuladas y lúbricas, girando destructivas sin que nadie las detenga nos marea, incluso un pelín más de lo habitual.

Me voy, a ahogar las penas en haloperidol-cola.

17.5.11

80 gotas de blonda negra para la del 7, cuando puedas.

Trabajo evitando suicidios. (no, no soy prostituta. probablemente si lo fuera obtendría mejores resultados). Ignoro cuál es el impacto de mis horas de guardia escuchando desgarros aterradores, escuchando ¿aparentes? trivialidades, escuchando delirios atroces o intentando escuchar a secas (sin mucho éxito). Nadie me cuenta cuántos se matan de verdad, ni cuántos se matan de los que yo he tenido enfrente, filiados (curioso concepto) para nosotros. Pero ése es mi trabajo, yo no acudo si te mueres, sólo si te matas.

En un raquítico año de (t)Urgencia psiquiátrica he visto cosas que no creeríais (o bueno, sí, que aquí sois todos unos listos), en el horror de lo cruel que puede ser la vida con el humano y éste consigo mismo, y en el opuesto polo a otros humanos siendo atrozmente idiotas, consigo y con los demás. La conclusión helatriz suele ser la misma, carámbano afiladito por todos aquellos que no llegan a venir y a los que podríamos haber ayudado (o vienen y no acabamos de atinar); garganta de arena por todos los que vienen sin necesitarlo porque alguien o algo les empuja a ello (psiquiatriza o rebota), confundiéndoles el rumbo y lanzándoles al páramo iatrógeno sobre el que hacemos sombra. Pero hoy no pienso hablar de la ley de cuidados inversos, si es que eso se puede hacer.

Trabajo pretendiendo evitar suicidios y hablo a diario con quienes fantasean con la muerte, sea final o sea medio (movilizador del medio); me he acostumbrado y sea o no sea correcto no lo veo como tú. No por ello, sin embargo, historias como ésta me sobrecogen menos. Me pregunto, soluta en desasosiego, si me habría parado a escuchar esta historia, versión que presentó esta potencial paciente hasta el día de su muerte; si habría tenido medio o tiempo para entenderlo, si es mi papel sustituir a los inoperantes jueces y si no trato de marcarme un avestruz al pretender acotar mi función.

[No sólo de alienistas viven la trampa sensiblera, me lo pregunto también al recordar la fictio-imagen de Patti Smith con camisón de urgencia retorCRUcida en boxes, confundida con una vieja loca más, o al pensar al másquefascinante José Ramón Larraz , Encandilante en “on vampyres and other symptoms”, que en la Urgencia no sería más que un puro cuya carpeta nadie quiere coger. Dioses menores arrastrados por la corriente mientras tú abandonas tu puesto de vulgar asidero para atarte los cordones, con la corriente vacía cuando vuelves a mirar.]

Una, que vive en la constante náusea a ponerse invasiva donde no debe, lacra sonrojante de toda mi profesión (médica); a veces se asoma a lo Real(¡!) y no puede sino pensar que no sólo invadimos donde no debemos sino que vivimos dando la espalda a justo lo único que sí deberíamos hacer. Sea supongo la contribución que nos toca al mundo que, por ser mundo, ha de repugnar. Sea esto entonces un atisbo lúcido del papel de cada cual y el nuestro prop(r)io. Será. Pero sigue habiendo algo perverso en todo lo que hacemos.


En la imagen, el aspecto que querría la gilipollas al teclado poniendo cara de atención, durante una guardia tan hija de puta como ésta.