Capítulo I.
En donde se relata cómo Descartes agarró una motosierra, dispuesto a acabar con tanta tontuna. Íbamos a haber escrito hace dos días un post sobre la entrada en vigor de la Ley del aborto
((en el título oficial pone algo de Salud Reproductiva y tal, pero vamos al tema que más mola)), pero es que todos los miembros del blog estábamos abortando, que por lo que hemos visto/oído/leído en diversos medios parece que es obligatorio con la entrada en vigor de la Ley.
Ante la pregunta de ¿tú estás a favor del aborto? no podemos más que preguntar ¿estás a favor de tomar laxantes? La respuesta viene a ser la misma "No, no estoy "a favor de", ni siquiera creo que nadie vaya a hacer uso del aborto/laxantes por hobbie
-aunque hay gente pá tó- pero me parece que en ciertas circunstancias es un recurso que ha de estar disponible".
Aún así, podríamos enzarzarnos durante eones en una discusión acerca de "el milagro de la vida" y demás eufemismos empalagosos para los inquisidores de turno; una discusión larguísima y tediosísima donde tratarían de convencernos de lo perverso de nuestra actitud (esa herejía que pretende que cada uno ha de tener derecho a programar su reproducción (o ausencia de ella) cómo y cuándo desee) hablándonos de "manos gordezuelas de bebés regordetes y sonrientes" y de "lo hermoso de sentir pataditas en la barriga" {un día analizaremos por qué los
cosificadores de la mujer antiabortistas puerilizan su lenguaje hasta parecer retrasados}; como si nosotros tuviéramos algún problema con los hijos en general, y con su versión beta en particular.
Ya les digo, sería una discusión infumable, en la que a cthulhu le daría tiempo a despertarse y preguntar quién se ha comido sus cereales; en la que no lograríamos hacer comprender que, a nuestro modo de ver, tener hijos es una decisión importantísima, una de las más importantes de la vida (si no la que más); pero en ningún caso es una obligación, y mucho menos un "castigo a unos actos irresponsables"
{por si nos leyera algún niño-de-colegio-de-opus-dei, con "acto irresponsable" nos referimos a un polvo a destiempo, concretamente en una corrida a destiempo sobre una farmville uterina}. Pero no es eso lo que nos preocupa.
Capítulo II.
La angustia felina de Schrödinger. Puede exasperarnos la moralina, el "tú no tendrás este derecho porque no sabrías manejarlo, lo voy a tener yo que sí estoy preparada y para diferenciarnos haremos que simplemente no puedas pagarlo", el whatever you want. Pero lo que nos aterra es la enésima sodomía conceptual del término "objeción de conciencia".
El que la mayoría de las opiniones que se escuchen en contra del aborto como escenario posible sean voces masculinas no sabemos si responde a un acto (más) de masculinización en el diseño y planificación de la salud femenina (nos remitimos a nuestro post
¿ginecólogo o ginecóloga?) o a una percepción errónea por nuestra parte (no es paranoia si todos están contra mí).
Capítulo III.
Teoría bayesiana de la estafa social. El escenario actual del aborto en España muestra que cualquier mujer con unos cientos de euros puede ir a una clínica privada y, sin demasiado papeleo ni control administrativo, abortar bajo el supuesto de "daño psicológico para la mujer". Con la legislación que se pretende instaurar/ se ha instaurado se viene a crear el marco normativo y de recursos que limite unas prácticas que se estaban convirtiendo en el lucro desmedido de multitud de clínicas y profesionales (ahora resultará que ningún ginecólogo que objeta en la pública realiza abortos en la privada... poderoso caballero...). Entendemos que para aquellos que, desde una perspectiva de moral (religiosa o laicamente inculcada) rechazan la posibilidad de que alguien aborte de forma artificial el que se legisle este hecho puede resultar algo tremendamente alarmante; sin embargo, dado que percibimos que dichos reparos han de quedar en la esfera de lo individual, podrían equipararse con el escándalo que puede suponer a un judío que viva en Concha Espina el que tanta gente se movilice y trabaje cada sábado en el Bernabéu...
Y más allá, si tu religión-credo-orientaciónsexual-filiaciónpolítica-parafiliafavorita-equipodefúbtol-estilodemanicura-políticadekarmaenmenéame va a impedirte prestar un servicio al que un ciudadano tiene derecho, quizá no estás capacitado para ocupar el puesto que presta ese servicio. Porque igual que una mujer de un pueblo de soria no puede escoger al médico que la atenderá de urgencia (no hablamos de una gran ciudad con sus chopocientos hospitales y sus chorrocientas tretas administrativas), tú, que estás ahí para garantizar sus derechos, no puedes escoger si la atiendes o no.
¿Acaso permitiríamos que en el centro de referencia de ginecología de la seguridad social trabajara un imán fundamentalisa chiíta al que sus ideas impidieran tocar a las mujeres y por ende no las tratara, aunque fuera el único médico disponible? ¿Acaso entenderíamos que en el triaje de unas urgencias hubiera alguien que, por una fobia social (irreductible a toda lógica y de rasgos compatibles con psicosis, como la fé religiosa (al DSM IV me remito)), se negara a atender a los pacientes, vetándoles el acceso? ¿Aceptaríamos que el traumatólogo de guardia de un hospital no atendiera a un paciente psiquiátrico de urgencia con un hombro luxado "porque los locos le dan mal rollo"?
Capítulo IV.
Donde se explica cómo creíamos que habíais entendido que de las cruzadas sólo molan los grabados en las catedrales.Casos extremos, sí
(no mucho más lejos de la cordura que aquellos en los que alguien bautiza un embrión-moquito de tres semanas), que hasta podrían, a nivel individual, ser comprensibles. Oiga, entiendo su manera de pensar por muy diferente que sea a la mía, intentaremos adaptar su trabajo para que no tenga que pasar por tragos que le son amargos. Es más, aprovechando que tenemos colegas en Murcia y Castilla y León, recientemente nombradas aldeas galas, nosotros vamos a declararnos objetores de conciencia de los impuestos indirectos (por injustos y alejados de la política social); ya que nos supone un Dolor inefable el ver como la recaudación no corresponde por tramos a lo que se gana.
Pero la perversión, la maldad auténtica, viene cuando esos casos excepcionales se juntan y alían para crear barreras que pasen por encima de leyes y sentencias.
¿qué pasaría si todos los médicos de la comunidad de madrid nos negáramos a atender a gitanos rumanos, alegando motivos de conciencia? O a todos los ecuatorianos. O a todos los inmigrantes. O a todos los hijos "ilegítimos". O a las mujeres solteras no vírgenes. ¿Alguien dudaría que lo que pretendemos es imponer nuestro veto a la inmigración o a las relaciones extramatrimoniales, saltándonos los derechos humanos y las leyes vigentes? Y si nos negáramos a atender a todos los que no nos pagaran bajo cuerda, ¿esto sería corrupción, y negarse a atender a quienes precisen abortar no lo es?
Los pactos que niegan actividad asistencial a aquellos cuya moral no gusta no buscan proteger una parte frágil de los facultativos, inherente a ellos por ser personas; busca otorgar a los médicos una categoría superior; busca convertirles en ciudadanos de primera
con potestad para regular los derechos de los ciudadanos de segunda, a.k.a usuarios. No os dejéis pisar. Una licenciatura, una oposición y un título de especialista no nos hacen mejores que vosotros ni nos dan derecho a decidir por vosotros qué es moralmente adecuado y qué no lo es.
{primera entrada verdaderamente co-escrita por Javithink-el-valiente y Adrastea-culo-mandril, gracias a esta
más-que-recomendable-herramienta (no, no es un link al redtube).}